Tomado de la revista ¿Que es la Iluminación? (WIE) Primavera/Verano 1996, Vol. 5, nº 1, págs. 26-27.
Fuente: http://www.viviragradecidos.org/
Generalmente
se entiende “autoridad” como “poder para mandar”. Sin embargo, ésta no
es la acepción original. Jesús revolucionó el concepto de autoridad,
colocando la autoridad divina en los corazones de las personas, y
encomendando a la autoridad humana la tarea de empoderar a quienes están
a su cargo. Un artículo que ayudar a identificar a los auténticos
guías.
Actualmente tenemos una idea muy pobre y en realidad muy distorsionada
de la autoridad, y pensamos que la autoridad es el poder para mandar.
Esto es un concepto equivocado; no es su significado primero, sino un
significado derivado de la autoridad. Originalmente autoridad significa
una base sólida para el conocer y el obrar. Si uno quiere saber lo que
debe hacer en un caso concreto, normalmente uno consulta un libro
autorizado, o consulta a una persona que sea una autoridad en la
materia, etcétera.
Éste es el significado original
“autoridad”. Sin embargo, dado que las personas que proporcionan una
base sólida para conocer y actuar son pocas y distantes entre sí, se los
coloca en una posición de autoridad, lo que significa que uno les da
ese poder de mando. Cuanto más poder alguien tiene, mayor es el peligro
de corrupción, y es aquí es donde algunos maestros espirituales pierden
los estribos. Aquí es donde la cuestión del uso adecuado de la autoridad
entra en juego.
Jesucristo introdujo una revolución
en la comprensión del sentido de la autoridad. Ésta es, creo, la
concepción central de la tradición cristiana, y potencialmente su mayor
contribución a la espiritualidad en el mundo. Esta revolución se produjo
de dos maneras. En primer lugar, Jesús colocó a la autoridad de Dios,
que siempre fue vista como algo externo, dentro de los mismísimos
corazones de sus oyentes. La enseñanza central de Jesús no es, “Yo voy a
decirles a todos ustedes”, ni nada de eso. No; él supone que ya lo
sabemos todo. “¿No lo sabes? Te lo recuerdo. Ustedes lo saben todo.”
Esto es lo típico de sus comentarios. Esta pregunta abre muchas de sus
parábolas: “¿Quién de ustedes no lo sabe ya?” Esto no está
suficientemente enfatizado en la catequesis cristiana actual, pero si
nos lo hacen ver nos damos cuenta de que es cierto.
Por lo tanto, uno de los eventos más
dramáticos que sucedieron en la historia (y es por ello que el mundo
todavía se está reponiendo de lo sucedido en la vida de Jesús) es que
con él, la autoridad divina se colocó de lleno en el corazón de cada ser
humano. Esto significa una tremenda revolución. Ella nos habla de la
inmanencia de Dios y de lo divino en el corazón humano. Probablemente
era necesario que esto ocurriera en un entorno en el que la dualidad era
más fuerte que en cualquier otro lugar: “Santo” en la Biblia hebrea
significaba “el totalmente Otro.” Para los judíos, Dios era el
absolutamente otro. Jesús no lo niega en modo alguno, pero también nos
dice que ese absolutamente otro está más cerca nuestro que lo que
nosotros lo estamos de nosotros mismos. Éste es el primer aspecto de
esta la revolución de la autoridad; la autoridad divina se coloca en el
mismo corazón de la tierra.
El segundo aspecto tiene su mejor
expresión en la imagen de Jesús lavando los pies de sus discípulos y
diciéndoles: “Ustedes me llaman Maestro y Señor. En otras palabras, me
tienen por una autoridad. Tienes razón, es lo que soy. Pero en el mundo,
quienes tienen poder lo hacen sentir a los demás. Con ustedes debe ser
diferente. El mayor entre ustedes, el que tenga más poder, debe ser el
siervo de todos. Esto es lo que quiero inculcarles al lavarles los
pies.” Jesús responde así a la pregunta sobre la utilidad de la
autoridad. La autoridad debe ejercerse, pero sólo hay una forma legítima
de ejercerla: es el conferirle poder a las personas que están bajo la
autoridad. Una de los aspectos más notables de Jesús es que, teniendo
autoridad, nunca cayó en las garras de su poder. Incluso enfáticamente
les inculcó a sus seguidores que no debían buscar el poder, sino
convertirse en servidores de todos. En resumen: en primer lugar, la
autoridad divina se colocó en los corazones de todos; en segundo lugar, a
la autoridad humana se le encomendó una tarea: la de no desalentar a
los que están bajo esa autoridad, sino motivarlos y conferirles poder.
Esto también nos sirve para poner a
prueba a los guías espirituales, y ver cuáles son auténticos y cuáles no
lo son. ¿Utilizan su poder para conferir poder a los demás? Es cierto
que puede haber una etapa en la que uno tiene que ser tratado como un
niño; que puede haber una etapa de dependencia por la que uno tal vez
tenga que pasar. Pero hay que mirar el panorama completo. Ante cualquier
guía espiritual, uno debe fijarse en sus seguidores y ver hacia dónde
los está llevando su guía. Cuando uno ve que ese maestro ayuda a sus
discípulos a valerse por sí mismos, entonces es un guía auténtico. Por
el contrario, cuando uno ve que el maestro los hace cada vez más
dependientes, estamos ante un peligro.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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