Por: Hermano David Steindl-Rast Septiembre de 2001
Fuente: http://www.viviragradecidos.org/
Esta mañana enterré una ardilla. Los
dientes del gato no le habían dejado marcas. Parecía que el temerario
animalito recién se había acurrucado para dormir en el pozo que yo había
cavado entre los primeros crisantemos. Mientras acumulaba unas pocas
paladas de tierra sobre la pequeña tumba, recordé con una sonrisa los
juegos de la infancia de enterrar pájaros, insectos y ratones muertos.
Pero de repente pensé en los miles y miles de seres humanos a quienes
nadie había podido enterrar, porque ni siquiera sus cuerpos quedaron,
víctimas de la violencia en Hiroshima y Nagasaki o en el Bajo Manhattan.
¿Gratitud? La misma palabra parece totalmente fuera de lugar, incluso
ofensiva, dadas las circunstancias.
De todos modos, que hablemos de
“dadas” las circunstancias es significativo. Lo que se da es un regalo, y
la respuesta adecuada a cualquier regalo es la gratitud. Sin embargo,
¿cuál podría ser el regalo en este caso? El regalo que significa la
llamada de atención del 11 de Septiembre es una oportunidad sin
precedentes. El regalo dentro de cada regalo es la oportunidad. Para
nosotros, en estos días, es la oportunidad de despertar: despertar de la
locura de la violencia y de la represalia. Después de todo, solo hemos
sido testigos del último eslabón de una cadena de venganza por la
venganza. Esta represalia no es sin duda la primera, pero nos da una
oportunidad única para que despertemos y hagamos que sea la última.
Por extraño que sea, muchos de
nosotros fuimos capaces de ignorar el círculo vicioso de la violencia en
respuesta a la violencia (la nuestra y la de los demás), siempre que
estuviera ocurriendo lejos de nosotros. Estábamos dormidos. El 11 de
Septiembre fue un despertar brusco. ¿Y ahora qué? Podemos mostrarnos
agradecidos por esta llamada de atención permaneciendo despiertos,
actuando atentamente despiertos. Un peligro que es reconocido y
enfrentado se reduce a la mitad. El peligro es la violencia, más allá de
quién la cometa, terroristas o gobiernos legítimos. Ni la retórica ni
la simulación pueden ya ocultar el hecho de que la violencia engendra
violencia. Tenemos que romper este círculo de locura.
La violencia tiene sus raíces en todo
corazón humano. Es en mi propio corazón donde debo reconocer el miedo,
la agitación, la frialdad, la alienación y la inclinación a la ira
ciega. Aquí, en mi corazón, puedo transformar el miedo en confianza
valiente, la agitación y la confusión en quietud, el aislamiento en un
sentido de pertenencia, la alienación en amor, y la reacción irracional
en sentido común. La imaginación creativa de la gratitud nos sugerirá a
cada uno de nosotros cómo llevar a cabo esta tarea. Voy a enumerar aquí
cinco pequeños gestos que me han ayudado personalmente a mostrarme
agradecido por esa llamada de atención y a permanecer despierto.
1- Toda gratitud expresa confianza,
mientras que la sospecha es incapaz de reconocer un regalo como regalo:
¿quién puede probar que lo que me regalan no es un señuelo, un soborno,
una trampa? La gratitud tiene la valentía de confiar, y así supera el
miedo. En estos días, el ambiente se ha enrarecido por el temor, un
temor fomentado y manipulado por los políticos y los medios de
comunicación. Aquí radica nuestro mayor peligro: el miedo perpetúa a la
violencia. Por eso, moviliza la valentía de tu corazón, como lo hacen
los que están realmente atentos y despiertos. Di hoy una palabra que le dé valor a una persona temerosa.
2-
Dado que la gratitud expresa valentía, ella al mismo tiempo irradia
calma. Este tipo de calma es perfectamente compatible con las emociones
profundas. De hecho, la histeria masiva y descontrolada, más que un
sentimiento profundo revela confusión; revela una agitación superficial
más que una corriente profunda de compasión. Únete a los verdaderamente
compasivos, que son calmos y a la vez fuertes. Entrégate a los demás
desde la quietud que reside en lo profundo de tu corazón. Con mucha calma sostén la mano de alguien y transmítele tranquilidad.
3- Cuando eres agradecido, tu corazón
está abierto: abierto a los demás, abierto a la sorpresa. En los días
transcurridos desde el 11/S hemos visto ejemplos notables de esta
apertura: extraños ayudando a extraños, a menudo en formas heroicas. Por
otro lado, hay quienes se alejan, se aíslan, se atreven incluso menos
que en otras ocasiones a acercarse al prójimo. La violencia empieza con
el aislamiento. Tenemos que romper este modelo de conducta. Ponte en
contacto con personas a las que normalmente ignoras, por lo menos con
contacto visual: con el que trabaja en la caseta del peaje, con el
encargado del estacionamiento, con alguien en el ascensor. Proponte hoy mirar a un extraño a los ojos, y date cuenta de que no existen los extraños.
4- Uno puede sentirse agradecido o
alienado, pero nunca ambos al mismo tiempo. La gratitud excluye a la
alienación; no hay lugar para ambas en un mismo corazón. Cuando somos
agradecidos, nos damos cuenta de que pertenecemos a una red de dar y
recibir, y le decimos “sí” a esa pertenencia. Este “sí” es la esencia
del amor. No se necesitan palabras para expresarlo; basta una sonrisa
para que ese “sí” se ponga en acción. No te debe importar si el otro te
devuelve o no la misma sonrisa. Dale hoy a alguien una sonrisa inesperada, y podrá ser tu contribución para que haya paz en la tierra.
5- Lo que tu gratitud hace por ti es tan
importante como lo que hace por los demás. La gratitud aumenta tu
sentido de pertenencia, el sentido de pertenencia a su vez aumenta tu
sentido común. Tu “sí” a esa pertenencia se sintoniza con las
preocupaciones comunes que compartimos todos los seres humanos. Después
del 9/11, nada tiene más sentido que el sentido común. Sólo tenemos un
enemigo, nuestro enemigo común: la violencia. El sentido común nos dice:
podemos detener la violencia sólo si dejamos de actuar violentamente;
la guerra no es el camino hacia la paz. Proponte hoy escuchar las noticias, y pon a prueba al menos una de ellas a la luz del sentido común.
Los cinco gestos que sugiero aquí son
simples, pero funcionan. El hecho de que sean simples permite que
cualquier persona pueda hacerlos. Imaginemos un país cuyos ciudadanos
(tal vez incluso sus líderes) sean valientes, tranquilos y abiertos
hacia los demás; un país cuyos habitantes se den cuenta de que todos los
seres humanos pertenecen a una sola familia y deben actuar en
consecuencia; un país guiado por el sentido común. En la medida en que
actuemos con menos odio y más gratitud, todo aquello se convertirá en
una realidad. ¿Quién hubiera previsto que la gratitud podría brillar con
un nuevo resplandor en estos días oscuros? Que ella ilumine nuestro
camino.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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