Fuente: http://www.viviragradecidos.org/
Compartimos
el testimonio de Bruce F. Singer, psicólogo dedicado al tratamiento de
pacientes aquejados de dolor crónico, quien habla del poder de la
gratitud como herramienta para aliviar el sufrimiento. “La gratitud no
calma el dolor, pero ayuda a aliviar las ataduras del sufrimiento. Nos
ayuda a enfocarnos en lo que tenemos y no tanto en lo que hemos
perdido”.
Mi trabajo con personas aquejadas de
dolor crónico ha sido, para mí, una lección constante sobre el poder de
la gratitud. Ayudar a las personas a cultivar el agradecimiento para
cambiar su relación con el dolor físico, partiendo del sufrimiento
emocional hasta llegar a la aceptación, ha sido el centro de mi trabajo.
Es verdad que por momentos no ha sido fácil. A menudo me preguntan:
¿Por qué una persona que lleva años con un dolor debilitante debería
encontrar algo por lo que estar agradecida? Y, ¿cómo la gratitud puede
ser una herramienta efectiva para aliviar el dolor?
Sin embargo, la misma simplicidad del
agradecimiento es la llave para liberar al corazón de la cárcel de la
depresión, la ira y el temor. Al compartir con mis pacientes una nueva
perspectiva del agradecimiento, comienzo preguntándoles hacia qué
podrían sentirse agradecidos en la misma habitación donde estamos
sentados. Sorprendentemente, o quizás, desafortunadamente, esta pregunta
choca, a menudo, con un confuso silencio. Los cuadros, las ventanas,
las sillas, el termostato, hasta el televisor en la pared pasan
desapercibidos, como si el dolor los hubiera hecho invisibles. Recuerdo a
un hombre que me dijo que en la habitación no había nada en absoluto
por lo que estar agradecido. Entonces me levanté y accioné la llave de
la luz. El hombre literalmente saltó de la silla, como si la luz del
agradecimiento se hubiera encendido en su mente y en su corazón.
¿Cuán fácil es permitirnos ser
agradecidos? A mis pacientes suelo contarles que estando en un
aeropuerto muy concurrido ordené una hamburguesa en un puesto de comidas
muy concurrido también. Encontré un asiento y me tomé unos pocos
minutos para comer antes de dirigirme a la puerta de embarque. Y al
volver a pasar por el puesto de comidas mientras salía, me detuve y vi a
la cocinera en el fondo del salón. Le grité: “¡Gracias por la
hamburguesa, estaba muy buena!” En ese momento la cocinera del
aeropuerto se transformó en chef; me dedicó una amplia sonrisa y me
agradeció también. ¿Cuánto me costó esto? ¿Diez segundos de mi tiempo?
Diez años después, todavía sigo contando esta anécdota.
En los grupos donde enseño el valor
de la gratitud, termino la reunión mostrando el video del hermano David
Steindl-Rast “Un Buen Día”. Les pido a mis pacientes que presten
atención y escuchen detenidamente. Algunos lloran. Otros dicen que es
hermoso. Cuando, una vez terminado el video, les vuelvo a preguntar a
qué pueden estar agradecidos, nadie se queda sin decir algo.
La gratitud no calma el dolor, pero
ayuda a aliviar las ataduras del sufrimiento. Nos ayuda a enfocarnos en
lo que tenemos y no tanto en lo que hemos perdido. Nos lleva a una
comunión con la aceptación y con la indulgencia, y estas, a su vez,
abren nuestro espíritu a una mayor flexibilidad y resiliencia. En mis
grupos rara vez hablo de aquello hacia lo que estoy agradecido, pero si
me lo preguntaran, diría: “Estoy agradecido a la gratitud misma”.
---------------------
Espero te resulte de interés, Blanca
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es valiosísima!!! Pero recuerda, las consultas personales no se responden por este medio.