Por: Isabel Serrano Rosa
Fuente: http://www.enpositivosi.com/
Silvia es italiana y una maestra vocacional. Un día, visitando su
aula de infantil descubrí un rincón muy especial. En una esquina había
un espacio, bien delimitado por una alfombra multicolor, con una pequeña
butaca y una estantería con pocos libros y juguetes. La conocían como la esquina para estar solos.
Supuse que era el lugar para pensar, donde ahora se manda a los niños
cuando no respetan alguna norma; en mis tiempos se traducía en un
"¡fuera de clase!".
Silvia sonrió y me explicó que aquel lugar
era un espacio importante para los niños, en el que podían descansar y
fantasear. Allí aprendían a estar consigo mismos, ya que pasaban muchas
horas en grupo. Cuando un niño entraba en ese espacio, los demás
aprendían a respetar su necesidad de intimidad y le dejaban tranquilo.
Los niños necesitan aprender a respetarse y tener su propio espacio para
desarrollar su fantasía y su creatividad, sostenía Silvia.
Contrariamente
a lo que pudiera parecer, tanto los niños introvertidos como los
extrovertidos disfrutaban del rincón para la intimidad. Muchos pequeños
viajan a menudo a su mundo de fantasía, pero me pareció muy educativo
ver cómo los otros niños respetaban ese lugar.
La ciencia valida las tesis de Silvia. Las neuronas, espejo de nuestro cerebro,
se activan observando las conductas de los demás, por lo que hacemos
propias sus acciones, sensaciones y emociones, como afirma su
descubridor el neurobiólogo G. Rizzolati.
Nuestro cerebro se modela interactuando con el cerebro de los otros, lo que nos permite tener empatía
y adivinar qué les ocurre a los demás. Pero también nos puede saturar.
Necesitamos desconectarnos y quedarnos a solas con nuestro cerebro. El
ser humano busca el contacto social, pero también ha de situarse en su
interior y fabricar sus propias imágenes y referencias. Primero
observamos y después creamos.
A su vez, necesitamos encontrar el equilibrio entre nuestros dos sistemas mentales de decisión. Uno es emocional, rápido, intuitivo y automático y nos guía en nuestro día a día; el otro es reflexivo,
asociado a procesos lentos, racionales y de autoconsciencia. Este
último responde a esa habilidad exclusivamente humana que nos lleva a
examinar quiénes somos y nuestra propia vida. Éste se nutre de soledad.
Con el primero actuamos; el segundo nos sirve de guía.
Nuestro
ritmo de vida nos lleva de una actividad a otra, a querer hacer muchas
cosas en el menor tiempo posible. ¡Quedarse a solas parece misión
imposible! La capacidad de saber estar y conocerse a uno mismo
se denomina inteligencia intrapersonal y el silencio y la calma la
favorecen. Sin embargo, hay muchas personas que huyen de los momentos de
soledad porque los asocian a vacío, tristeza y ansiedad. Las redes
sociales, el whatsapp o internet nos sirven para
mantenernos conectados a los demás, pero lejos de nosotros mismos. ¿Qué
pasaría si se queda 20 minutos a solas con sus pensamientos, sin móvil,
tableta, libros o música como les pidieron a los voluntarios de un
famoso experimento? Buena parte observaron que su pensamiento no
conseguía concentrarse en nada y vagaba disperso de una cosa a otra. La
experiencia fue desagradable para el 67% de los hombres y el 25% de las
mujeres, como publica la revista Science. ¿Le sorprende? ¡Quizás no sepa
que cada verano hay personas que se agobian ante el abismo vacacional
de varias semanas sin actividad laboral!
GRANDES BENEFICIOS
Estar
solo es imprescindible para el ser humano y nos reporta grandes
beneficios. Es un aspecto clave para el desarrollo de la creatividad, la
capacidad de innovar y tener nuevos proyectos. Es un motor de
crecimiento personal porque nos ayuda a tomar conciencia de nosotros
mismos y a cambiar aquellos factores de nuestra vida personal o
profesional que queremos mejorar. El encuentro con uno mismo es un
tiempo para cuidarse y disfrutar del silencio, para escuchar lo que
sentimos, reflexionar sobre lo que hacemos y tomar decisiones.
Resulta vital en la agotadora vida diaria para hacer una pausa en medio de la tensión e incluso descubrir nuevas formas de divertirse.
Además, regala momentos de libertad porque ofrece la posibilidad de
realizar actividades que no puedes o no deseas hacer con otros. En este
sentido, ayuda a la maduración emocional porque calma en momentos de
tensión, autorregula y favorece la concentración. Y facilita el poder
disfrutar de relaciones de más calidad, ya que define las propias
necesidades para poder expresarlas después en grupo.
Es recomendable tener cada día una cita con uno mismo
y desconectar móviles, internet y televisión. Busque su esquina para
estar solo, donde poder leer, escuchar música, escribir o pensar. Ponga
un cartel de no molestar. Salga a pasear o a hacer deporte. Simplemente
sienta su presencia, descubra que la soledad puede ser positiva y
divertida. Nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca
está menos solo que cuando está consigo mismo.
ESTAR CON UNO MISMO
Sin
embargo, nuestra forma de vivir premia a las personas activas y recela
de las contemplativas. Todos conocemos el beneficio de la siesta de
Newton bajo un manzano, su ley de la gravedad. Sin embargo, muchas
personas son incapaces de permanecer un buen rato sin hacer nada sin sentirse mal
por ello. Como Fran, que después de un día agotador, se tumba en el
sofá a solas consigo mismo y se siente culpable. Aún le viene a la
cabeza la voz de su madre y su "¿qué haces ahí tirado?".
MEDITEN PADRES E HIJOS
Para
muchos padres, la cita consigo mismos resulta imposible porque siempre
hay un niño llamando y el tiempo propio entre una tarea y otra es
imposible de encontrar. El mejor sistema es favorecer que sus hijos
aprendan a parar. Un antídoto contra la velocidad es el juego del silencio.
Apague los aparatos electrónicos y deje la habitación en silencio;
escuche con sus hijos los sonidos del entorno: el reloj de la pared o el
trinar de un pájaro. Después compartan qué escuchó cada cada uno. Al
principio creen que se van a aburrir pero después les gusta. También
pueden colorear mandalas infantiles con música relajante.
Podemos
enseñarles a meditar. La relajación y la visualización se aprenden
pronto. Hasta los cuatro años han de ser dirigidos por los adultos; a
partir de esa edad, suele gustarles compartir sus fantasías y, a los
ocho años, ya son capaces de relajarse solos.
¿Qué es la meditación? Es
quietud, un momento elegido para viajar hacia nuestro interior, unas
veces se deja la mente abierta a cualquier imagen y otras se focaliza
una escena concreta. Una de mis meditaciones preferidas para niños es
imaginar un jardín donde hay flores de colores y animales hasta llegar a
una casa mágica. Si son muy pequeños les decimos que se concentren en imaginar el sol.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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