Fuente: http://www.clarin.com/
La felicidad no siempre suele estar muy
lejos ni costar demasiado. Una pequeña donación puede ser suficiente
para empezar a sentirse mejor. Distintos estudios han logrado demostrar
que el simple gesto de donar puede desatar una inyección de alegría.
La oxitocina es la hormona que se
libera durante el sexo. También, cuando la madre amamanta a su bebé. Es
decir, es la hormona del placer. Y es, precisamente, la misma que se
libera cada vez que hacemos una donación. Paul Zak, jefe del
departamento de Neurociencias de la Universidad de Claremont, en
California, logró demostrar que el nivel de oxitocina en el cuerpo
aumenta hasta un 80 por ciento cada vez que se realiza un acto de
generosidad.
Facundo Manes, especialista en neurociencias y director de Ineco, lo explica así:
“Los estudios neurocientíficos prueban que cuando somos solidarios se activan en nuestro cerebro las áreas asociadas a los mecanismos de recompensa, de modo muy similar a la activación que se produce si recibimos dinero. Así, al hacer donaciones se liberan neurotransmisores como la dopamina y las endorfinas a nivel cerebral, que hacen que sintamos una gran alegría”.
En su libro, La Molécula de la Felicidad, Zak señala:
“Podemos rastrear la empatía desde el incremento inicial de oxitocina hasta la secreción de dopamina y serotonina que convierte la experiencia en agradable y en algo que deseas repetir, hasta el compromiso social que se produce como resultado”.
Este estudio se suma a otro que en
2008 hizo Michael Norton de la Escuela de Negocios de Harvard. Este
investigador pudo determinar que donar dinero aumenta la felicidad de
quien dona mucho más que si la hubiera gastado en sí mismo.
La donación, los gestos solidarios,
la empatía con el otro se convirtieron en objeto de estudio para la
ciencia que busca entender qué nos ocurre cuando logramos calmar el
dolor ajeno. Es que la solidaridad parece tener mucho más ventajas que
las evidentes: en las universidades de Berkeley y Michigan encontraron
que los ancianos que eran solidarios vivían más que los que no lo eran. Y
en las de California y Harvard determinaron que las personas generosas
producían además un “efecto cascada” porque con sus actos lograban
inspirar a otras tres personas a ser solidarias.
Los argentinos no están ajenos: una encuesta de la consultora Voices! –publicada por Clarín
en su edición de ayer– mostró que el 24 por ciento de los consultados
aseguró sentirse “muy solidario”, mientras que el 55 por ciento se
consideró “bastante solidario”. Colectas como la que se hicieron a fin
de año para los inundados o la avalancha de donaciones que recibió Lucas
Cesio –el chico de la calle que logró terminar la primaria– parecen una
muestra de la solidaridad argentina.
”Una de las claves de la solidaridad
se encuentra en la empatía –asegura Manes–. Gracias a ella sobrevivimos
como especie porque los seres humanos nacemos prematuros respecto a
otros primates y necesitamos protección. Desarrollar un cerebro empático
fue clave en la evolución para cuidar a los infantes”. Placer y años de
vida. Los beneficios de ser solidario están muy alcance de la mano.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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