Fragmentos del artículo de A. Belart.
Fuente: http://semillassolares.blogspot.com.es/
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Después de muchos años comprometidos con
nuestro proceso de crecimiento personal nos damos cuenta de que
ciertamente hemos cambiado, nos vamos “depurando”, aunque también nos
sorprende e impacienta ver cuánto nos cuesta terminar de integrar todo
lo que sabemos y hemos oído en infinidad de ocasiones.
¿Cómo es que repetimos una y otra vez y avanzamos tan lentamente en nuestro camino hacia el despertar?
¿Cómo es que después de años de
meditación, Yoga y talleres de todo tipo sigamos en muchas ocasiones
dormidos, hipnotizados con la misma cháchara mental, enredados en los
mismos dramas y conflictos que sólo nos generan sufrimiento?
Me refiero a nuestro ego o
personalidad, a la estructura mental de control y estrategia de
supervivencia, ese sistema de defensas que nos proporciona seguridad
pero que a la vez limita y condiciona nuestras experiencias en gran
medida.
En efecto, una vez que empezamos a no
identificarnos con nuestra personalidad tomamos conciencia de esas
limitaciones, a ver lo repetitivo que es nuestro repertorio de
emociones, pensamientos, actitudes, formas de relacionarnos y
posicionarnos.
Por más comprometidos que estemos con
nuestro proceso y nuestra práctica espiritual hay muchos momentos en
los que nos “pillamos” en ensoñaciones, contándonos los mismos diálogos y
películas de siempre, instalados en nuestras fijaciones o estados
emocionales favoritos (miedo, comparación, indolencia, avidez, rigidez,
superficialidad…), jugando el mismo juego con el mismo disfraz y la
misma máscara que pareciera se nos ha quedado adheridos a la piel.
Cuando comenzamos a ver con claridad,
conocemos y reconocemos esos rasgos característicos de nuestra
personalidad que se repiten una y otra vez, algunos son los pilares y
vigas maestras, otros los ladrillos y el cemento que conforman el
armazón de nuestra coraza… al darnos cuenta una y otra vez sin
juzgarnos, con paciencia y perseverancia, entonces esa estructura
empieza a perder solidez y se va haciendo más liviana.
Cuando ponemos en práctica el
silencio interior y nos instalamos en el aquí y ahora actuamos con
frescura y libertad, desde un espacio nuevo, de una forma nueva.
Afortunadamente, tenemos muchas exp
eriencias que nos recuerdan que podemos vivir desde ese lugar esencial, profundo e íntimo.
Y para ello, como decía un maestro zen solo hay un camino: “Atención. Atención. Atención.”
Y sin embargo, seguimos
regodeándonos en antiguos esquemas mentales y emocionales, pareciera que
nos encantan las canciones de amor quejosas y dependientes.
Las malas hierbas crecen y se
extienden si no somos conscientes de cada momento, si no cortamos de
raíz y limpiamos una y otra vez de nuestra mente esas formas de pensar.
Cambiar el chip, la programación, cambiar la perspectiva.
Es necesario ver, soltar y abandonar el mundo ilusorio de los
mecanismos del ego, vaciarnos de conceptos, juicios, prejuicios,
expectativas, esperanzas, deseos y temores.
Vivir cada momento despiertos, presentes y conscientes.
Y así la coraza de la personalidad se va haciendo más y más transparente, se va disolviendo y se vuelve sutil.
Aparece un corazón abierto, luminoso,
sereno, amoroso y compasivo como una gema hermosamente tallada,
transparente, traslúcida.
Lo cierto es que muchos sabemos que
no hemos de identificarnos con la mente, seguimos enganchados a los
pensamientos, nos dejamos llevar por ellos.
No ponemos en práctica lo aprendido, seguimos posicionados en la teoría.
Nos cuesta estar presentes en cada sagrado instante de nuestras vidas.
Ahora bien, no olvidemos que exigirnos y buscar la perfección son otras facetas del ego, y somos seres humanos.
Pero siempre es buen momento para
desprendernos de viejos andamios, estructuras y rejas para que nuestra
mente se vaya transformando en un iluminado y ligero hogar.
La sabiduría está en el equilibrio,
ni pasarnos ni quedarnos cortos, ni apegarnos ni rechazar, aceptando
humildemente lo que es.
Permanecer serenos, felices,
agradecidos y conectados a nuestro corazón, conscientes de cada paso del
viaje, fluyendo en el aquí y ahora.
¿Sientes ahora la levedad del Ser?
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Espero te resulte de interés, Blanca
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