Fuente: http://soyespiritual.com/
Seguramente conozcas personas que se
quejan, unas que se quejan porque hace demasiado frío, otras se quejan
porque no encuentran lo que buscan, otras de los profesores que tienen y
así hasta el infinito. A este tipo de quejas se las denomina estériles,
las personas se posicionan mirando el problema y estancándose en él. Al
incrementar la protesta inicial, se alejan cada vez más del camino de
la solución. Ver la paja en el ojo ajeno es fácil y además nos disculpa y
nos ahorra el trabajo de caminar hacia la resolución de nuestras
dificultades. La queja no induce a nada y sólo genera frustración.
La gente que se queja constantemente
sigue un pésimo estilo de vida que deja preso al quejoso. Mental y
emocionalmente se autocondiciona para estar atento a todo lo malo que
pueda encontrar en el camino. Es como si cerrara las compuertas a lo
bueno; deja de percibirlo, no le da importancia. Lo positivo no le sirve
de nada.
A veces, la queja en sí es lo que mantiene la situación por la cual nos quejamos. Es lo que nos explica este cuento:
“En los
tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor
que tenía una voz excepcional. Lo puso en una jaula donde al pájaro
nada le faltaba, y éste cantaba durante horas y horas, para admiración
de los vecinos.
Un día
en que la jaula había sido colocada en un balcón, se acercó otro pájaro,
le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel instante el
incomparable ruiseñor permaneció en silencio.
El
hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey profeta Salomón, que
conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por
las razones de aquel mutismo. El pájaro le dijo a Salomón:
‘Antaño
no conocía ni cazador ni jaula. Entonces me enseñaron un apetecible
cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros
se me llevó, me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré
en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche,
lamentaciones que ese hombre tomaba por cantos de agradecimiento y
alegría. Hasta el día que otro pájaro vino a decirme: “Deja ya de llorar
porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.”
Entonces decidí callarme.’
Salomón
tradujo estas frases al propietario del pájaro. El hombre se dijo:
‘¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta?’ Y lo puso en libertad. El
pájaro volvió a cantar.”
Las quejas no son buenas porque
conducen al inmovilismo. Cuando nos quejamos, nos convertimos en
víctimas y no avanzamos hacia delante. No sirve de nada quejarse, hay
que afrontar que a veces perdemos el control.
A veces el pasado genera quejas y
resentimiento, si hubiera hecho esto, si hubiera hecho lo otro, ¿de qué
sirve lamentarte? Sólo generas energías negativas, estás más triste. No
puedes cambiar el pasado. Al mismo tiempo la queja te impide ir más allá
y ver otras cosas, otras oportunidades, maneras de solucionar este
problema.
Todas las personas tienen sus propios
problemas pero normalmente no andamos por el mundo pregonándolos para
ver cuál es mayor, la vida no es un concurso. Así que no martirices a la
otra gente con tus quejas, es normal comentar a un amigo lo que tu
preocupa, pero hablar de tus quejas diariamente puede afectar a tus
relaciones interpersonales.
En conclusión, la queja no sirve para nada y te impide volar.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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