Francisco de Sales
Fuente: http://soyespiritual.com/
Fuente: http://soyespiritual.com/
Tomado de: http://www.periodicodecrecimientopersonal.com/estas-haciendo-lo-que-realmente-quieres-hacer/
¿O te conformas con lo que haces?
“Uno no siempre hace lo que quiere,
pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere.
Aquí lloramos todos, gritamos, berreamos,
moqueamos, chillamos, maldecimos,
porque es mejor llorar que traicionar,
porque es mejor llorar que traicionarse”.
(Mario Benedetti)
En mi opinión, se nos olvida a menudo
que en muchas ocasiones disponemos de la opción de hacer lo que
realmente queremos en vez de conformarnos con lo que hacemos
habitualmente de un modo inconsciente y, a veces, hasta indeseado.
Ya sé que uno no siempre puede hacer
lo que realmente quiere –las circunstancias inevitables mandan en
algunas ocasiones-, pero sí se puede hacer en muchísimas ocasiones,
solamente que… no nos paramos a hacernos la más trascendental de las
preguntas:
¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERO?
Para hacer algo no basta con darse
cuenta de ese algo y querer hacerlo, sino que también se necesita que
exista la posibilidad real de poder hacerlo, el convencimiento y la
decisión, la voluntad y la fortaleza o perseverancia, creer firmemente
que uno tiene derecho a hacerlo, estar convencido de que es lícito y ser
consciente de que posiblemente alguien se oponga o que puede llegar a
perjudicar ligeramente a otro; es necesaria la fe, que exista la ocasión
de poder hacerlo–y si no es así, hay que crearla-, disponer de amor o
autoestima suficiente para enfrentarse a las adversidades o
inconvenientes, y cualquier otro elemento que nos ayude en esa tarea.
Pero lo primero, lo primordial, es tener clara la idea de lo que se quiere. Saberlo. Y saberlo claramente.
¿Qué es lo que REALMENTE QUIERO AHORA?
(Y añado lo de “AHORA” porque esta no
es una pregunta con una sola y definitiva respuesta, ya que seguramente
se querrán muchas cosas y distintas, y, además, al matizar lo de
“AHORA” se deja la opción de que se quiera otra cosa en otro momento).
Cuando uno mira algo que puede ser un
bien para sí mismo, si no es demasiado codicioso y despóticamente
egoísta, pensará también si con ello va a perjudicar a terceras
personas, aunque esto último es inevitable en ocasiones, y no es malo,
salvo que uno quiera perjudicar al otro intencionadamente.
No siempre es posible tomar una
decisión en la que uno mire por sus intereses y al mismo tiempo
satisfaga a todos los otros, porque es casi seguro que esos otros,
mirando egoístamente sólo por sus intereses y no por los de quien tiene
que tomar la decisión, no estén de acuerdo.
Por ejemplo, si yo soy una persona
que siempre concede a los otros todo aquello que me piden, y un día
decido que no debo hacer algo que me solicitan porque me perjudica, o
porque quiero dejar el servilismo que los otros me han impuesto, ellos
no van a estar de acuerdo con mi decisión -¡por supuesto!-, pero yo,
mirando por mis intereses o mi bienestar, tendré que oponerme a lo que
me piden y esperan de mí, aunque con ello esté “perjudicando”
aparentemente los intereses de los otros. Esto es del todo lícito.
Es conveniente ir desapegándose de
esa creencia en que es imprescindible el cumplimiento de la llamada
“Caridad Cristiana”, que en demasiadas ocasiones no es más que una mala
interpretación del amor al prójimo. (Existe una frase que dice: “La
caridad empieza por uno mismo”, y otra: “Amarás al prójimo COMO A TI
MISMO”, o sea, que no dice “amarás al prójimo MÁS que a ti mismo”, ni
“amarás al prójimo aunque con ello te perjudiques tú”).
Amar al prójimo no es el servilismo a los intereses de los otros en detrimento de los propios.
Amar al prójimo no es renunciar continuamente a ser Uno Mismo.
Amar al prójimo no es mortificación continua, renuncia constante, ni perder siempre.
Porque si el otro amara a su prójimo
–que en este caso soy yo, o eres tú-, miraría por mis intereses antes
que por los suyos y por lo tanto no me exigiría.
Si ambos amamos al prójimo –y yo soy
el prójimo del otro- que me ame y me libere de la carga de tener que
satisfacer sus deseos o caprichos.
Y así como en este ejemplo, conviene también revisarse en todos los otros aspectos de la vida.
¿Estoy con la persona que quiero estar?
¿Mi relación con los otros –has de revisarlos uno por uno- es como yo quiero?
¿Me doy caprichos?
¿Pienso en mí y en mis necesidades?
¿Pido lo que necesito?
¿Estudio, leo, escribo, pinto, o hago lo que realmente quiero?
¿Cumplo mis ilusiones?
¿Me concedo tiempo para hacer lo que quiero hacer?
¿Me pongo impedimentos para todo, pospongo hacer lo que me gusta?
¿Me pregunto alguna vez qué es realmente quiero?, y, sobre todo, ¿Si me hago la pregunta busco sus respuestas correspondientes?
Uno tiene que hacerse preguntas de
este estilo, casi interrogatorios, ponerse contra la pared y no
permitirse escapar hasta haber manifestado lo que realmente quiere.
Y uno tiene que sentarse después
consigo mismo, tranquilamente, en un acto de amor, y llegar al acuerdo y
compromiso de ir evitando hacer esas cosas que dejan mala sensación, y
empezar a reclamar y exigir respeto y colaboración para poder hacer LO
QUE REALMENTE QUIERE HACER.
Te dejo con tus reflexiones…
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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