Fuentes: balorum.wordpress.com, http://reddevida.es/
Entrevista a Ghislaine Lanctôt sobre medicina y salud, ”Primero el alma se enferma y le sigue el Cuerpo“
Desde que Ghislaine publicó su
primera obra en la que pone en tela de juicio el funcionamiento del
sistema médico –por ocuparse de la enfermedad, más que de la salud–,
muchas conciencias han quedado inquietas. Para avivar estos temas, la
autora, que transmite paz y seguridad, nos ha concedido un poco de su
tiempo para compartir con los lectores su filosofía de vida.
Ghislaine Saint-Pierre Lanctôt
nació en 1941, su padre y su abuelo eran farmacéuticos y ella empezó la
carrera de Medicina para complacerles. «Yo quería ser filósofa. Pero
creía que lo de pensar no iba a aportarle nada a la gente. Pensé, voy a
hacer algo útil, que beneficie a la población, y como me crié en este
ambiente decidí hacer la carrera de Medicina. Al final he dejado todo
eso y lo que hago ahora es lo que quería hacer desde el principio».
Guislaine está divorciada y tiene
cuatro hijos. «Lo que a mí me abrió los ojos –continúa la escritora– fue
mi divorcio. Es lo que me despertó. Cuando los niños se marchaban a
casa de su padre tenía tiempo para mí, no sabía lo que era eso, me había
olvidado de mí misma. Yo trabajaba pero me ocupaba mucho de la familia,
para mí era la prioridad. Entonces, como un fin de semana de cada dos,
no tenía a los niños, estaba obligada a ocuparme de mí misma y es así
como empecé a evolucionar, a conocer gente y a descubrir cosas, a salir
de la prisión de la familia. Después de esto, viví seis años en Estados
Unidos. Yo nací en Montreal (Canadá), pero entre 1984 y 1990 estuve en
Estados Unidos. Esta experiencia me abrió los ojos sobre lo que es el
negocio de la medicina porque es así como lo llaman allí. Aquí en Europa
y en Canadá hacen creer que es como trabajar por el bien del enfermo,
que es un tema social. A la vuelta de Estados Unidos, escribí La mafia médica cuya primera edición se publicó en 1994».
El colegio de médicos le puso una
demanda, el proceso duró un año y desde entonces la escritora imparte
seminarios para que la gente entienda y tome conciencia de que es el
estado del alma lo que determina la salud mental. «Cómo mejorar el
estado de mi alma para mejorar el estado de mi cuerpo», dice Ghislaine.
Pregunta: Su visión actual de la
salud es completamente distinta a cuando era médico ¿En qué momento y
por qué dio usted un giro radical a su carrera?
Respuesta: A lo
largo de los años empecé a ver cosas que no me parecían sensatas, que no
tenían lógica, como por ejemplo, seguir dando medicamentos aunque no
funcionaran, aunque no se curara la persona. Yo no entendía, por
ejemplo, como en un cáncer se aplicaba la quimioterapia si lo que hace
es enfermar aún más a la persona que acaba por morirse de todos modos.
Cuando aparecieron las medicinas
suaves pensé que eso era interesante, y yo he ido a encontrarme con
personas que practicaban la medicina alternativa y entonces me di cuenta
de que lo que hacían era muy interesante, incluso mejor que lo que
hacíamos nosotros en la medicina convencional. Esas personas me
acogieron, me mostraron lo que hacían, cómo actuaban. Y yo pensé: ¿por
qué no nos han enseñado esto a los demás médicos? ¿Cómo puede ser que no
lo enseñen en la facultad y que además a estas personas las tachen de
charlatanes y de estafadores? Yo me encontré con ellos y vi que eso no
era cierto, no eran charlatanes. Así fue como me empecé a plantear
cosas. Cuando acabé la carrera de Medicina yo estaba convencida de que
hacia el año 2000 ya no habría más enfermedad en el mundo, tenía una
confianza ciega en la medicina que me habían enseñado. Sin embargo, veía
que el tiempo pasaba y que la salud de las personas iba empeorando. Me
percaté también de que medicamentos que no funcionan se siguen
recetando, y que se practicaba una guerra en contra de las medicinas
alternativas. Además, yo era flebóloga y había abierto centros de
flebología en distintos lugares del país, lo que me llevó a experimentar
de cerca el negocio de la medicina tradicional. Y ahí sí que entendí
muchas cosas.
P: ¿Qué papel juegan para usted las medicinas alternativas?
R:
Las medicinas alternativas producen un bienestar más interesante que el
que proporciona la medicina convencional. La medicina convencional
corta, quema y envenena. Corta con las operaciones, envenena con la
“quimio” y con los rayos. Las medicinas suaves pueden poner orden de
forma temporal en el cuerpo, pero como el problema está en el alma,
antes o después habrá que afrontar el problema del alma. Es el alma
quien enferma a los demás cuerpos. Por ejemplo: mi trabajo ya no me
conviene, tengo náuseas por la mañana cuando pienso que tengo que ir a
trabajar, entonces empieza a dolerme la espalda, las rodillas, la tripa…
Puedo ir a ver a alguien que practique la medicina suave, va a ayudar a
mi cuerpo, puedo tener tratamientos de técnicas energéticas que ayuden a
mi cuerpo emocional y mental; pero hasta que no solucione lo que pasa
con mi trabajo voy a seguir enfermando porque mi alma me dice «sal de
aquí». Es interesante, porque el alma entrega un mensaje cada vez más
fuerte y cuando no lo entiendes “te lanza un ladrillo a la cabeza”: un
accidente de coche, un divorcio, alguien que muere en la familia, una
enfermedad, perder el trabajo… Algo fuerte para que tú reacciones.
P: Desde su punto de vista como «médica del alma» ¿cree que hay alguna solución a este tipo de enfermedades?
R: Nunca es demasiado tarde, la sanación puede ocurrir en cualquier momento.
P: ¿A usted le va bien esta filosofía de vida?
R: A mucha gente le funciona, no sólo a mí. No es el médico el que puede sanarme.
P: Cada vez hay más casos de cáncer cuyos enfermos reciben quimioterapia. ¿No cree que en algunos casos la quimioterapia cura?
R:
La quimioterapia es veneno. Normalmente no hace bien a nadie. Hay que
saber que hay siempre un conflicto, cualquier enfermedad es
psicosomática. Siempre hay un conflicto a raíz de una enfermedad, pero
si yo identifico el conflicto y lo soluciono, la enfermedad se va. Así
entendí que la medicina está totalmente controlada por el dinero.
Entonces, lo que nosotros hacíamos como médicos era enfermar más a las
personas para así generar ganancias para la industria. Entonces, ¿qué es
la salud? En la facultad sólo me enseñaron lo que es la enfermedad.
Entonces, ¿qué es gozar de buena salud? Yo llegué a la conclusión de que
el cuerpo sólo manifiesta el estado del alma. Y cuando mi cuerpo está
enfermo es porque mi alma está enferma. Entonces el cuerpo por sí solo
no enferma, es como un espejo que refleja lo que pasa dentro. Para ver
mi alma, miro mi cuerpo y veo lo que hay en mi alma. Entonces no sirve
de nada tratar sólo el cuerpo. Hay que mirar el alma, ¿qué es lo que no
funciona en el alma, cuál es la enfermedad del alma? Es la guerra.
Porque mi alma me dice internamente que haga algo y mi ego me dice que
haga lo contrario. Entonces hay una guerra interna. La enfermedad es
siempre la manifestación de un conflicto dentro de mí. Hay dos aspectos:
el cuerpo y el alma. ¿Qué quiere el alma? El alma quiere la
emancipación del Ser y el cuerpo quiere la seguridad del haber, del
tener. Cada uno tira por un lado, el estrés significa la guerra
interior. Cuando trato el alma, todo el cuerpo se alinea sobre este
equilibrio. No quiero decir que no haya que cuidar el cuerpo físico,
sino hacer las cosas en el orden correcto. Primero el alma, después el
cuerpo mental, después el cuerpo emocional y después el cuerpo físico. Y
lo solemos hacer al revés. La medicina convencional se encarga del
cuerpo físico, y no trata el resto.
P: ¿No cree que la propia sociedad demanda que el médico se ocupe del cuerpo físico y le dé una medicina para el dolor?
R: La sociedad
misma, nosotros somos los que creamos esta mafia a nuestra imagen y
semejanza. El problema es que damos prioridad al «tener» sobre el «ser»,
ése es el desorden, priorizar el cuerpo en vez del alma. Para volver al
orden hay que dar prioridad al alma en lugar de otorgársela al cuerpo,
eso genera orden, paz y salud.
P: Eso es mucho más complicado que tomarse una pastilla…
R: Cierto, pero ¿qué hace una pastilla? Te da la ilusión de que estarás mejor, pero con el tiempo reaparecen los síntomas.
P: En el caso del paludismo, por
ejemplo, alguien sano se enferma por beber agua contaminada, ¿también
en este caso insiste en su teoría?
R:
Esto es válido para todo. No hay ningún microbio exterior que haga
enfermar, soy yo la creadora de mis enfermedades. Y ésta es la verdadera
enfermedad del alma, el no saber que soy yo quien la está creando. Como
yo pienso que no soy responsable, me imagino creadores exteriores:
microbios, tumores, etc. Por ejemplo un simple catarro: hace frío, me
cojo un catarro. Y puedes tener un catarro en verano, es un sinsentido,
no tiene nada que ver con el frío. Con esta estructura de pensamiento
voy generando la guerra hacia los factores exteriores. Y por eso se
crearon las vacunas. ¿Qué son las vacunas? Dar la enfermedad de forma
más debilitada para que el cuerpo reaccione. Es decir, no tengo la
enfermedad pero si algún día la contraigo, sería menos grave porque ya
me he puesto la vacuna. Te voy a dar otro ejemplo, tengo miedo de que mi
hija sea violada. Entonces le voy a dar un violador debilitado,
entonces si un día la violan será menos grave porque habrá tenido un
pequeño violador y entonces estará preparada. La vacuna funciona igual.
Es algo de locos. Vivir en el desorden lleva a este tipo de locuras. Por
ejemplo, la gripe aviar. ¡Es extraordinario! Cerca de donde vivo había
una experta muy seria que vino de parte de las autoridades médicas y nos
ha dado cifras: en el plazo de nueve años se murieron cerca de 152
personas de gripe aviar en el mundo, solo en Canadá mueren cada año
10.000 personas por errores médicos, no de enfermedad sino de
equivocaciones. ¡Yo creo que más bien habría que vacunar a los médicos!
No hay epidemia, no hay nada. Entonces se ha creado una pandemia a
escala mundial, en la cual se han gastado millones de dólares para
tratarla pero no hay nada. Esto está en preparación desde hace muchos
años. Llevamos de cinco a siete años oyendo hablar de una pandemia.
¿Cómo se puede anunciar que va a haber una pandemia? Una epidemia surge,
ocurre, pero no la puedo prever, es un montaje.
P: Pero la gente tiene miedo…
R: Sí, es una forma de manipulación
mental para llevarles a pensar que va a ocurrir una epidemia. Y un día,
cuando ocurra, las autoridades dirán que ya lo habían previsto. Es algo
que está preparado desde hace mucho tiempo, hay un proceso escondido
detrás de esto. Yo no sé exactamente lo que es, puede ser, por ejemplo,
ponerle a todo el mundo un chip electrónico porque cuando hay una
campaña de vacuna se puede poner cualquier cosa en la jeringuilla. Así
que es posible que haya una estrategia que consista en decir que hay una
epidemia y que hay que vacunar a todo el mundo y entonces pondrían el
microchip. Yo estoy segura de que hay algo detrás, un propósito
escondido en decir que hay una epidemia y que hay que tener cuidado. Es
una hipótesis. De todos modos sea para lo que sea el propósito es el
control sobre la población.
P: ¿Tiene todo esto algo que ver con la trilogía de la mentira de que habla en su libro La mafia médica?
R: Hablo mucho de las vacunas en el
libro y lo que yo digo a este respecto en el libro, es lo que
desencadenó la ira del colegio médico. Porque las vacunas no se tocan,
son sagradas, puedes hablar de cualquier cosa; la industria, los
medicamentos… pero cuidado con las vacunas. Porque las vacunas otorgan
importantes ganancias a la industria, pero a las personas les puedes
transmitir cualquier cosa. La vacuna es un medio para producir
genocidios con un blanco específico. Cuando se quiere distribuir a un
pueblo o a una raza, la administran, mira lo que está ocurriendo en
África. Ellos lo llaman sida, pero ¿qué significa sida? «Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida». Entonces es el propio sistema inmunitario
que se ha debilitado, de modo que cualquier afección es mucho más grave.
P: ¿Quién está detrás de toda esta estrategia?
R: Los que mandan. Hay un gobierno
mundial que tiene todos sus ministerios, para la salud es la OMS, pero
también están la UNESCO, UNICEF, FAO, FMI, Banco Mundial, etc. Todos los
países miembros de la ONU obedecen las órdenes del gobierno mundial.
P: ¿Ve solución para esta situación?
R: Sí, sino mal vamos. La solución
que yo propongo en el libro es la soberanía individual. Es tomar
conciencia como persona individual de que soy yo la que tiene el
verdadero poder. Por ejemplo, los McDonald’s, cuando la gente deja de ir
a estos restaurantes. Si yo dejo de comprar y de dar dinero a las
multinacionales ya no valen nada, no ganan dinero. Si los enfermos dejan
de ir al médico, se derrumba el sistema médico, si dejo de pagar
impuestos no hay gobierno. Entonces ¿dónde está el verdadero poder?, en
la persona y la palabra SOBERANÍA, significa el poder último, el más
alto, que siempre hemos pensado que estaba fuera y está dentro de
nosotros. Si pensamos en el poder más elevado, pensamos en Dios. Y ¿qué
es Dios? Es el espíritu que crea todo el universo y esto está dentro de
uno, no fuera. La solución viene cuando yo tomo conciencia de quién soy
verdaderamente y que voy a comportarme tal y como yo soy, encontraremos
la salud perfecta y la inmortalidad, que es más interesante que morir
¿no?
P: Y ¿Cuál es el primer paso que debemos dar?
R: Primero empieza por tomar una
decisión, que consiste en dar rienda suelta a mi alma, es mi alma quien
manda y no el ego, entonces dejo de pelearme, escucho lo que me dice mi
alma. Por ejemplo, mi alma me dice: «deja este trabajo, ya no resuena
contigo, deja de hacer eso»; pero el ego me dirá: «No, ¿estás loca?,
tienes que pagar el alquiler, sostener la familia, ser buena madre…».
Esa es la guerra, entonces dejo de pelear y escucho a mi alma. Y el ego
empieza a agitarse y a ponerse inquieto ¿qué va a pasarme? Quiere
controlar, es su función. ¿Qué va a ser de mí? Pues no lo sé, soy yo la
que va creando qué va a pasarme. ¿Me voy a pelear conmigo misma? No, voy
a hacer las paces. Algo que se puede hacer varias veces al día y que
mejora automáticamente cada vez la salud, es decir la verdad. Mentimos
todo el tiempo, pero incluso sin darnos cuenta, estamos tan
acostumbrados a hacerlo… tenemos mentiras gordas y otras que se llaman
«medias verdades», pero la mitad que falta es una mentira. Y hay otra
categoría de mentiras que son por omisión. Y esto se llama un secreto. A
veces mi hijo viene a verme y me dice: «Mamá, tengo que decirte algo,
pero no se lo digas a nadie». Si es un secreto y tú no puedes guardarlo,
no me pidas a mí que lo guarde. Si para ti es un secreto y me lo
transmites a mí porque pesa mucho sobre tus hombros, yo tampoco lo voy a
guardar. Son cosas del día a día. Si me quedo en la mentira y siempre
estoy mintiendo, poco a poco voy destruyendo mi salud. Miento y me
miento porque tengo miedo, es el ego el que miente, el alma nunca
miente. Si voy buscando el amor exterior, sufro. Si vivo con amor por
mí, enfocado hacia mi interior, no por miedo de lo que la gente pueda
pensar de mí, mi salud mejora. Por ejemplo, toco aquí y siento un bulto
en el pecho. Tengo dos posibilidades o me quedo aquí quieta y no hago
nada, o me voy corriendo al médico. Si voy al médico me va a decir que
tengo un cáncer. En la mente está escrito «Cáncer igual a muerte».
Entonces si yo he sentido miedo y he ido al médico, el doctor me ha
asustado aún más y me recomienda quimioterapia. A mí eso no me agrada
porque la gente que conozco que se la ha hecho se pone verde, siente
náuseas, no tiene pelo y tienen un estado muy debilitado y triste.
Entonces cada vez tengo más miedo, cada vez estoy más enferma y cada vez
me acerco más a la muerte. Eso ocurre si tomo la opción del médico. En
el otro caso mi cuerpo me muestra que hay un conflicto interno, el bulto
en este pecho es un regalo que me hago a mí misma, no quiero
quitármelo, es mi espejo el que me está indicando algo. Le voy a decir
al bulto: ¿qué tienes que decirme?, háblame. Gracias por manifestarte.
Te escucho, háblame de mi conflicto. Entonces yo digo a mi alma: te dejo
libre. Voy a vivir y sentir el miedo a morir. De esta forma yo puedo
sanar definitivamente, no una remisión temporal si no una verdadera
sanación. Por ejemplo, ¿qué es un divorcio? Una ruptura. Algo me dice:
«no, no te tienes que divorciar, quédate junto a esa persona» y algo me
dice: “no, ya se acabó”. Actualmente hay más divorcios porque la
conciencia se eleva y la gente hace más caso a sus sentimientos. El
divorcio y dejar un trabajo no son buenas opciones para la seguridad del
haber. Hay cada vez más personas que dejan carreras brillantes porque
ya no le encuentran sentido a lo que hacen. Es normal porque la
conciencia se eleva. Si no hago caso a mi alma y sigo en ese trabajo me
enfermo y cuando voy al médico me manda antidepresivos. ¿Y qué son los
antidepresivos? Son drogas que hacen que yo ya no sienta nada. «Mi
trabajo bien, seguiré con él». Con ayuda de estas pastillas soy efectivo
y puedo seguir pagando la hipoteca. Algo que causa mucho estrés es el
endeudamiento de las familias. Una manera de sanarse es salir de este
sistema de endeudamiento porque supone esclavitud. Es la «simplicidad
voluntaria», es un movimiento social de gente que lo adopta
deliberadamente. Yo no lo recomiendo como movimiento social, pero sí
como medida temporal para salir de esta trampa. De forma que, las
necesidades materiales dejan de ser la prioridad en mi vida y más bien
es el alma lo prioritario. La «simplicidad voluntaria» consiste en
reducir las necesidades materiales. Por ejemplo si tengo una casa grande
con una hipoteca muy elevada, un cochazo a juego con la casa, hijos que
visten de marca, van a una escuela privada, etc. Todo eso cuesta dinero
y tengo que seguir trabajando, pero ya no me gusta mi trabajo y ahí
estoy preso… y eso es un estrés tremendo. La persona piensa que no tiene
salida: «si dejo mi trabajo ya no seré capaz de ofrecer caprichos a mis
hijos, perderé a mis amigos “pijos”, mi prestigio, mi mujer,
reputación…» No se puede imaginar la vida sin nada de eso, pero es
posible. Vendo la casa, vendo el coche, vamos a una casa más pequeña,
los niños dejan de ir al colegio privado y se les manda a uno público y
así tengo tiempo para mi alma. Eso es realmente la salud, esas cosas de
la vida cotidiana son las que hacen que mi salud esté mejor o peor.
P:
Usted demostró ser muy valiente cuando escribió el libro “La mafia
médica”, que le costó la expulsión del colegio de médicos, supongo que
vivió un conflicto importante. ¿Cómo se decidió a dar el paso?
R: Yo sabía que publicando ese libro
se acababa para mí la carrera de medicina. Yo me acuerdo de ese momento y
me dije: «Si no escribo este libro, me muero». Quizás no hubiera muerto
rápidamente, pero sí a nivel del alma. No fue tan difícil, más difícil
fue dejar mi papel de «buena madre».
P: ¿A qué se refiere?
R: Mis niños ya no lo son, ya no soy
madre. Tuve que dejar de preocuparme por mis hijos. Un pasaje importante
fue que mi casa ya no era más su casa. Yo tengo dos hijas y cada una de
ellas había dejado en mi casa dos tazas para el desayuno. Hace más de
un año llegó una amiga y me ofreció dos tazones, no tenía sitio para
ponerlas todas y decidí quitar las tazas de mis hijas. ¡Eso fue
tremendo! Era un símbolo del vínculo con mis hijas y se trataba de
cortar ese tipo de lazos. Entonces una dijo que “vale” y la otra dijo
que “ni hablar” y volvió a colocar la taza en su sitio. Yo le dije:
«pues tú haz lo que quieras, pero yo ya he hecho lo que tenía que
hacer».
P: El desapego, entonces, ¿tiene que ver con conseguir una buena salud?
R: Sí, cuando estoy apegada a algo es
que tengo miedo de perderlo y si tengo muchos apegos no puedo avanzar.
Con mi libro “La mafia médica” todo se fue: el título de médica, la
profesión… Cada uno tenemos cargas y apegos distintos.
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Espero te guste, tanto como a mi, Blanca
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