Tomado de “Una Nueva Tierra” de Eckhart Tolle
Fuente: http://soyespiritual.com/
Tomado de: http://www.periodicodecrecimientopersonal.com/eckhart-tolle-todas-las-creencias-son-obstaculo/
Nuestro sentido de lo que somos
determina cuáles han de ser nuestras necesidades y las cosas a las
cuales les atribuiremos importancia en la vida; y todo aquello que nos
parezca importante tendrá el poder de perturbarnos e irritarnos. Esto se
puede utilizar como criterio para descubrir hasta qué punto nos
conocemos a nosotros mismos. Lo que nos importa no es necesariamente lo
que expresamos ni aquello en lo cual creemos, sino aquello que se
manifiesta como serio e importante a través de nuestros actos y de
nuestras reacciones.
Entonces conviene preguntarnos:
“¿Cuáles son las cosas que me irritan y me alteran?” Si las nimiedades
tienen el poder para molestarnos, entonces eso es exactamente lo que
creemos ser: un ser insignificante. Esa será nuestra noción
inconsciente. ¿Cuáles son las cosas insignificantes? En últimas, todas
las cosas son insignificantes, porque todas las cosas son transitorias.
Podemos decir, “sé que soy un
espíritu inmortal”, o “estoy cansado de este mundo de locos y lo único
que deseo es paz”, hasta cuando suena el teléfono. Malas noticias: hubo
un colapso de la bolsa de valores; se dañó el negocio; se robaron el
automóvil; llegó la suegra; se canceló el viaje; se canceló el contrato;
el compañero se ha ido; piden más dinero; dicen que es culpa nuestra.
Entonces se levanta en nuestro interior una oleada de ira o ansiedad. La
voz se torna dura: “no soporto más esto”. Acusamos, culpamos, atacamos,
nos defendemos o nos justificamos, y todo eso sucede en piloto
automático.
Obviamente hay algo más importante
para nosotros que la paz interior que pedíamos hace un momento, y
tampoco somos ya un espíritu inmortal. El negocio, el dinero, el
contrato, la pérdida o la amenaza de pérdida son más importantes. ¿Para
quién? ¿Para el espíritu inmortal que dijimos ser? No, para mí. Para ese
pequeño yo que busca la seguridad o la realización en cosas
transitorias y que se enoja o se pone nervioso cuando no las encuentra.
Bueno, por lo menos ahora sabemos quiénes creemos ser realmente.
Si la paz es realmente lo que
deseamos, debemos elegir la paz. Si la paz fuera más importante para
nosotros que todo lo demás y si supiéramos de verdad que somos espíritu
en lugar de un pequeño yo, no reaccionaríamos sino que nos mantendríamos
totalmente alertas frente a situaciones o personas difíciles.
Aceptaríamos inmediatamente la
situación y nos haríamos uno con ella en lugar de separarnos de ella.
Entonces, a partir del estado de alerta, vendría la reacción. Sería una
reacción proveniente de lo que somos (conciencia) y no de lo que creemos
ser (el pequeño yo). Sería entonces una respuesta poderosa y eficaz que
no convertiría a la persona o a la situación en enemiga.
El mundo siempre se encarga de que no
nos engañemos durante mucho tiempo acerca de lo que pensamos ser,
mostrándonos las cosas que realmente nos importan. La forma como
reaccionamos ante las personas y las situaciones, especialmente en los
momentos difíciles, es el mejor indicador del conocimiento real que
tenemos de nosotros mismos.
Mientras más limitada y más egoísta
sea nuestra idea de nosotros mismos, más atención prestaremos y más
reaccionaremos ante las limitaciones del ego, ante la inconsciencia de
los demás. Los “defectos” que vemos en los otros se convierten, para
nosotros, en su identidad. Eso significa que veremos solamente el ego en
los demás, reforzando así el nuestro. En lugar de mirar “más allá” del
ego de los demás, fijamos nuestra atención en él. ¿Quién ve el ego?
Nuestro ego.
Las personas que viven en estado
profundo de inconsciencia experimentan el ego viendo su reflejo en los
demás. Cuando reconocemos que aquellas cosas de los demás que nos
producen una reacción son también nuestras (y a veces sólo nuestras),
comenzamos a tomar conciencia de nuestro propio ego. En esa etapa es
probable que también nos demos cuenta que les hacíamos a los demás lo
que pensábamos que ellos nos hacían a nosotros. Dejamos de considerarnos
víctimas.
Puesto que no somos el ego, el hecho
de tomar conciencia de él no significa que sepamos lo que somos: sólo
reconocemos lo que no somos. Pero es gracias a ese conocimiento de lo
que no somos que logramos eliminar el mayor obstáculo para llegar a
conocernos realmente.
Nadie puede decirnos lo que somos.
Sería apenas otro concepto más, incapaz de cambiarnos. No hace falta una
creencia para saber lo que somos. En efecto, todas las creencias son
obstáculos. Ni siquiera necesitamos alcanzar la realización, porque ya
somos lo que somos. Pero sin la realización nuestro ser no puede
proyectar su luminosidad sobre el mundo. Permanece en el ámbito de lo
inmanifiesto, es decir, en nuestro verdadero hogar. Entonces somos como
la persona que finge ser pobre mientras tiene cien millones de dólares
en su cuenta, con lo cual el potencial de su fortuna jamás se
manifiesta.
LA ABUNDANCIA
La noción de lo que creemos ser
también está íntimamente relacionada con la forma como percibimos el
tratamiento que recibimos de los demás. Muchas personas se quejan de que
los demás no los tratan como se merecen. “No me prestan atención, no me
respetan, no reconocen lo que hago”, dicen. “Es como si no existiera”.
Cuando las tratan con amabilidad, sospechan algún motivo oculto. “Los
otros tratan de manipularme y aprovecharse de mí. Nadie me quiere”.
Esto creen ser: “soy un pobre ser
necesitado cuyas necesidades están insatisfechas”. Este error
fundamental de interpretación crea disfunción en todas sus relaciones.
Creen no tener nada que dar y que el mundo o las demás personas les
niegan lo que necesitan. Su realidad se basa en una noción ilusoria de
lo que son, la cual sabotea todas las situaciones y empaña todas las
relaciones. Si la noción de carencia, trátese de dinero, reconocimiento o
amor, se convierte en parte de lo que creemos ser, siempre
experimentaremos esa carencia. En lugar de reconocer todo lo bueno de la
vida, lo único que vemos es carencia.
“Reconocer lo bueno que ya tenemos es la base de la abundancia”.
El hecho es que cada vez que creemos
que el mundo nos niega algo, le estamos negando algo al mundo. Y eso es
así porque en el fondo de nuestro ser pensamos que somos pequeños y no
tenemos nada que dar.
Ensaye lo siguiente durante un par de
semanas para ver cómo cambia su realidad: dé a los demás todo lo que
sienta que le están negando. ¿Le falta algo? Actúe como si lo tuviera, y
le llegará. Así, al poco tiempo de comenzar a dar, comenzará a recibir.
No es posible recibir lo que no se da. El flujo crea reflujo. Ya posee
aquello que cree que el mundo le niega, pero a menos que permita que ese
algo fluya, jamás se enterará de que ya lo tiene. Y eso incluye la
abundancia.
Jesús nos enseñó la ley del flujo y el reflujo con una imagen poderosa. “Den y se les dará. Recibirán una medida bien apretada y colmada”.
La fuente de toda abundancia no
reside afuera de nosotros, es parte de lo que somos. Sin embargo, es
preciso comenzar por reconocer y aceptar la abundancia externa.
Reconozca la plenitud de la vida que lo rodea: el calor del sol sobre su
piel, la magnificencia de las flores en una floristería, el jugo
delicioso de una fruta o la sensación de empaparse hasta los huesos bajo
la lluvia. Encontramos la plenitud de la vida a cada paso. Reconocer la
abundancia que nos rodea despierta la abundancia que yace latente
dentro de nosotros y entonces es sólo cuestión de dejarla fluir. Cuando
le sonreímos a un extraño, proyectamos brevemente la energía hacia
afuera. Nos convertimos en dadores.
Tomado del sitio http://abundanciainfinita.com
Pregúntese con frecuencia, “¿qué
puedo dar en esta situación; cómo puedo servirle a esta persona, cómo
puedo ser útil en esta situación?” No necesitamos ser dueños de nada
para sentir la abundancia, pero si sentimos la abundancia interior
constantemente, es casi seguro que nos llegarán las cosas.
La abundancia les llega solamente a
quienes ya la tienen. Suena casi injusto, pero no lo es. Es una ley
universal. Tanto la abundancia como la escasez son estados interiores
que se manifiestan en nuestra realidad.
Jesús lo dijo así: “Porque al que tenga se le dará más, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará”.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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