Por Nicolás Tamayo
Fuente: http://elcaballogriego.wordpress.com/
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¿De qué me sirve tener una meta, si no sé quien soy? Cuando descubro quien soy, las metas y objetivos fluyen solos.
Eso es lo que pasa con la educación que recibimos, incluso la de
élite, la que se dice la mejor: se basa en que los estudiantes se pongan
las metas de otros, metas que son hijas de lo que han absorbido, y no
aquellas metas que surgen de lo que realmente son.
Cuando se les pregunta a los
estudiantes sobre la elección que harán una vez que terminen sus
estudios obligatorios, una parte importante de ellos responde que no
sabe, la otra parte da las respuestas de siempre: ser médico, abogado,
ingeniero, economista. En ambos casos la respuesta proviene de la
ignorancia, de un no-conocimiento propio, lo que lleva a la persona a,
por un lado, no tener idea que quiere hacer, o a dar respuestas
socialmente aceptables (la profesión familiar, o aquellos trabajos mejor
catalogados por la sociedad). Pocas personas tienen claridad sobre lo
que realmente quieren, y esto se puede hacer extensible a individuos con
muchos más años que un estudiante.
Somos sometidos a por lo menos 12
años de escolaridad en la mayoría de los países, tiempo suficiente para
que el influjo de los maestros y el ambiente escolar deje una huella en
la vida de todos nosotros. Si esto es así ¿porque entonces seguimos sin
progresar?
Una posible respuesta es que la
educación estandarizada está obsoleta. Se nos llena de conocimientos
(inútiles muchos de ellos) y se nos priva de la verdadera meta de una
“buena” educación: ser felices. La educación debería tener como objetivo
guiar a las personas para que sean felices. Una forma de hacer esto es
centrar el trabajo en un descubrimiento del ser. Lo que se hace
actualmente es todo lo contrario.
No digo que la educación no sea una
buena herramienta, lo es. Es la única vía que tienen muchas personas
para salir de situaciones de pobreza y lograr satisfacer sus
necesidades. Pero al mismo tiempo la educación como la concebimos esta
perpetuando la sociedad contra la que tanto nos quejamos.
Un “buen estudiante” (que cumple las
reglas y saca buenas calificaciones), eventualmente logrará ingresar a
la educación superior y hacerse con un título. Su calidad de vida
mejorará enormemente, su nivel de ingreso será mayor a cualquiera de las
personas con las que compartió en la escuela que no haya podido seguir
estudiando. Hará una carrera y probablemente vivirá tranquilo. ¿Cual es
el problema? El problema es que este “buen estudiante” siguiendo esos
pasos, se desarrollará dentro de un esquema preestablecido. Esa persona
pierde o deja de usar el enorme potencial que tiene para mejorar la
sociedad. En el mejor de los casos modificara el ambiente que lo rodea,
pero no cambiará el mundo.
Por otra parte, una persona que ha
sido educada para reconocer su propio valor como ser humano, es decir,
que ha recibido lo que podemos llamar “una educación para el ser”,
siempre producirá un impacto positivo en la sociedad. Un ser humano
integral no puede no ser un ente de cambio, al contrario, está en su
esencia serlo. Su nivel de conciencia le impedirá sentirse cómodo en una
sociedad que podríamos llamar enferma y será innato en él buscar el
como hacer una diferencia. Un estudiante con un conocimiento de si mismo
no necesitará ser presionado o “motivado” para proseguir con estudios
superiores. Este tipo de estudiante elegirá concientemente el camino que
más lo acerque a trabajar en pro de los demás, y eso probablemente pase
por adquirir las herramientas que ofrece la educación universitaria.
Aquí yace la principal diferencia con el sistema actual: la educación
estandarizada “motiva” a los estudiantes a estudiar y perfeccionarse
técnicamente pero no hay propósitos elevados que sustenten esa elección.
La razón que se da para seguir esa vía es la de asegurarse la propia
existencia, favoreciendo la competencia y otras actitudes que terminan
por perpetuar el escenario social donde la desigualdad prima.
Finalmente, solo un maestro que tenga
un profundo conocimiento de si mismo podrá inspirar a los estudiantes
para lograr este mismo conocimiento sobre ellos. Son los educadores los
responsables de dar impulso a estas transformaciones.
El desafío es derribar las viejas
estructuras y darle paso a una alternativa educativa más integral. El
verdadero cambio, la verdadera transformación social, empieza en el
interior de cada individuo.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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