Por: Beatriz Triper
En
casa de Curra Beltrán suena el despertador a las siete de la mañana.
Cada día se levanta para dirigirse a su despacho de los Servicios y
Estudios para la Navegación Aérea y la Seguridad Aeronáutica (Senasa),
donde ejerce como subdirectora económica. Tras una jornada que muchos
días se alarga más allá de las 19.30, toca hincar los codos “un par de
horas como mínimo”. El objetivo: licenciarse en Psicología por la
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en 2019.
Curra es una de los miles de
estudiantes que, cumplidos los 40, decide cada año colgarse de nuevo la
mochila y volver a la Universidad. “Lo hice por capricho. Cuando tenía
18 años, como nos pasó a muchos de los de mi generación, me obligaron a
estudiar algo práctico, con salidas. Ahora lo hago solo por el placer de
estudiar”.
Según el informe Datos y cifras del
sistema universitario español 2015–2016 del Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte (MECD), el porcentaje de egresados –estudiantes que
finalizan sus estudios– mayores de 40 años de Grado y primer y segundo
ciclo se incrementó un 6,7%, hasta los 13.864, durante el curso 2013-2014 (último dato disponible) con respecto al año anterior y un 75,4% con respecto a 2008-2009.
Asimismo fueron 6.327 personas
quienes, en plena madurez, se presentaron a la convocatoria de pruebas
de acceso a la universidad en 2014, de los que el 23,3% (1.475) contaban
con experiencia laboral.
- Efecto de la recesión
Sin embargo, el número de
matrículas de mayores de 30 años retrocedió un 9,7% durante el curso
2014-2015 en comparación con el precedente. Algo que coincide con la
tónica general de las inscripciones, pues se han perdido 53.000
estudiantes de media, pasando de 1.390.234 ingresos en el curso
2009-2010 a 1.361.340 el pasado.
El rendimiento de los alumnos maduros es del 76%, y su porcentaje de éxito, del 87%. Quieren aprender
La presencia de séniors no distingue
entre lo público y lo privado y la tendencia se consolida. Es el caso de
la Universitas Senioribus CEU de Madrid, donde “llevamos cuatro años
consecutivos con un crecimiento del 20% anual de
estudiantes de esta franja de edad”, explica María García-Carrillo Ara,
directora técnica de la institución. En la Universidad Complutense de
Madrid (UCM), los estudiantes mayores de 40 años son el 15% del total.
En el último cuatrienio, 811 personas, cuya edad media de ingreso es 42
años.
En cuanto a su perfil, podría pensarse
que muchos de estos alumnos responden al de “no licenciado”. Todo lo
contrario. El 60% de quienes acuden a la Universitas Senioribus del CEU
cuenta con una titulación. “Su motivación es obtener nuevos
conocimientos y ampliar los que ya tenían de forma placentera”, afirma
García-Carrillo. De hecho, “las humanidades son las áreas por las que
mayor interés demuestran: historia, arte, literatura, etcétera. Seguidas
por aquellas que les ayudan a entender mejor el mundo en el que viven y
estar al día, como geopolítica, redes sociales y materias que les
ayudan en su crecimiento personal como psicología o coaching”.
Enfermería es otra de las carreras más
demandadas. Así se desvela en la UCM, donde este grado contará con 750
veteranos en el curso 2016-2017. Relaciones laborales y recursos humanos
es el siguiente, con 172 séniors.
Un tercer ejemplo es la Universitat
Oberta de Catalunya (UOC), en la que el 42% de los alumnos mayores de 40
años son titulados universitarios, y de estos, el 8% cuentan con
doctorado o máster.
- Síndrome de la 'titulitis'
Cruzar las puertas de la Facultad
es una vía de escape a la inactividad. “Multitud de prejubilados o
ejecutivos que han perdido su trabajo en edades muy tempranas (50-60
años) y tienen serias dificultades para encontrar un puesto a esa edad
se niegan a quedarse en casa”, constata García-Carrillo.
Pero la alternativa al desempleo o a
la jubilación no es lo único que mueve a los estudiantes más maduros. En
el caso de Mercedes Gil, que a sus 52 años acaba de terminar el Grado
en Educación Infantil en la Universidad Villanueva; la motivación fue su
propia realización personal. “No tenía carrera y eso me limitaba. En
España existe el síndrome de la titulitis; por buena que seas
en tu trabajo, sin un título no puedes progresar. Te relegan a la parte
más fea, aquella donde la creatividad no juega nada”, se lamenta.
La médico del Servicio de Emergencias
de Castilla la Mancha (Sescam) Ernestina Gómez, a sus 46 años y tras
tres de periplo para obtener una beca, cruzará de nuevo el portón de
entrada a la Facultad de Medicina de la Complutense para estudiar
Nutrición Humana y Dietética.
“Además de la inquietud heredada de
quien ha estudiado, soy consciente de que, en unos años, no voy a poder
afrontar las exigencias físicas que requiere mi trabajo como médico de
urgencias”, destaca. Razón por la que se aventuró a emprender una nueva
etapa de estudios en la que todo cambia. “Desde la capacidad de
retentiva hasta la forma de concebir el estudio. No lo haces para sacar
el examen, sino para aprender”, constata.
Apreciación en la que coincide
Mercedes Gil, quien explica que la pérdida de memoria se suple con la
razón y la lógica. “Ahora me pregunto el por qué y el para qué, busco el
origen”, afirma satisfecha.
La falta de tiempo es un examen
adicional. “Aprovecho cada minuto”, refiere Curra Beltrán. Para ella,
resúmenes y consultas a los profesores del campus virtual se han
convertido en método. “Aunque parezca mentira, estoy deseando llegar a
casa para coger los libros. Incluso me molesta salir los fines de
semana”, apostilla.
Gestionar los intervalos de estudio es
precisamente el aspecto más valorado por los estudiantes de la UOC.
“Son personas que suelen tener trabajo, familia y otras actividades
sociales. La UOC permite esa flexibilidad de horarios que necesitan los
alumnos, así como trabajar de forma progresiva”, explica Lourdes
Guardia, directora del Máster Universitario en Educación y TIC (eLearnig) de la universidad catalana.
- En primera fila
Otro dato que destaca el informe es el de rendimiento y éxito de los alumnos mayores de 40 años, con tasas del 75,6% y 87,2%,
respectivamente. Algo que también ocurre de forma individualizada. Tal
es el caso de la UCM, donde durante el pasado curso ambos índices
–referenciados a mayores de 45 años– superaron el 71% y 83%.
Y es porque “de verdad quieren
aprender. Asisten por placer, lo que les hace muy diferentes a los
alumnos más jóvenes. Están deseando que finalicen las vacaciones. Si se
pierden una clase, exigen recuperarla. ¡Llegan con antelación para
sentarse cerca del profesor en primera fila y le piden bibliografía! Es
la universidad en estado puro”, indica García-Carrillo. Ahora bien, no
todo es miel sobre hojuelas y “la brecha digital pesa”,
la contrarrestan con “la mayor madurez personal y las ganas”. “Se comen
los libros y son mucho más participativos”, apoya Julio Contreras,
vicerrector de la UCM, que añade: “Con la ilusión mueven la montaña de
la brecha tecnológica”.
Por eso no es de extrañar que surjan programas orientados y adaptados ad hoc
al colectivo de estudiantes maduros. Así, la Universidad Autónoma de
Madrid ofrece a quienes han rebasado los 50 el Programa Universidad para
los Mayores (PUMA). Iniciativa que desde sus inicios, en el curso
2003-2004, ha permitido que 519 alumnos de una media de 63 años hayan
podido colgar su orla en la pared del salón.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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