Por Carlos Panzeri
Tomado de: http://www.lavoz.com.ar/salud/cancer-de-cuello-uterino-una-enfermedad-que-podemos-controlar
El cáncer cervicouterino sigue siendo un problema de salud pública en Latinoamérica.
Está fuertemente asociado con la infección por el virus del papiloma
humano (HPV, por sus siglas en inglés), que es de alto riesgo
oncológico. Hay estudios sencillos para su detección, que consisten
principalmente en el raspado de la abertura del cuello uterino para el
análisis de las células. Sin embargo, esta práctica, que corresponde al
ámbito de la citología, no ha tenido gran impacto en la meta de
disminuir las tasas de incidencia y mortalidad de este tipo de cáncer,
que aún se mantienen altas en la región y, desgraciadamente, en algunas
zonas tiende a aumentar, circunstancia de la que Argentina no está
excluida.
El 50 por ciento de las pacientes que presentan cáncer de cuello de
útero nunca se hicieron un examen; el 25 por ciento, se realizó el
último en un plazo previo de cinco años; el 10 por ciento, presentaba
exámenes con resultados falsos negativos (el estudio citológico posee
una precisión y certeza limitada); y un 15 por ciento, fueron perdidas
en el seguimiento o tuvieron un manejo diagnóstico terapéutico
equivocado.
A esta realidad se le agrega el gran aumento de los casos de
infección por HPV. Para mejorar estas cifras y lograr disminuir la
incidencia de la enfermedad y su mortalidad, se deberá asegurar el
acceso y cumplimiento de lo que los especialistas denominamos “catastro
citológico” (la realización de papanicolaou), así como su frecuencia
sostenida en el tiempo.
La disponibilidad de nuevas técnicas moleculares para las pruebas de
detección de lesiones precancerosas y la existencia de vacunas altamente
eficaces que previenen casi todas las lesiones relacionadas con los
virus que representan alto riesgo de desarrollar cáncer (como los tipos
16 y 18 de HPV), en mujeres no expuestas previamente, disminuirán en los
próximos años las enfermedades relacionadas con esta infección.
El virus de papiloma humano está vinculado con el desarrollo de
cáncer de cuello uterino y de otros tipos (de vagina, vulva, ano, pene,
boca, lengua, faringe y laringe). Sin embargo, es importante tener en
cuenta que es causa necesaria, pero no suficiente para el desarrollo del
cáncer cervical. Para entender el porqué de esta afirmación, es
necesario saber que no todos los tipos de HPV son capaces de llevar a la
malignización de los epitelios, que son las células que forman la capa
externa de las mucosas. Solo los pertenecientes al grupo de alto riesgo
producen los cambios necesarios para generar cáncer y se destacan, más
frecuentemente, los tipos 16, 18, 45, 33 y 31. De todas maneras,
intervienen otros factores que incluyen al paciente y el tiempo.
Estadísticas
Alrededor del 70 por ciento de las personas sexualmente activas
tendrán contacto con el virus del papiloma humano en algún momento de la
vida. La infección se adquiere a través de relaciones sexuales con
parejas infectadas, con un pico casos en el segmento de edad que va
entre los 19 y 29 años, que es, también, la época de mayor actividad
sexual.
Distintas investigaciones determinaron que al año del debut sexual el
40 por ciento de las personas presentará una infección por HPV, cifra
que aumenta al 60 por ciento a los dos años. El 80 por ciento de las
infecciones –inclusive las producidas por los virus más agresivos– son
transitorias, es decir, son controladas por el sistema inmune y se hacen
indetectables en aproximadamente uno a dos años, por lo que la sola
presencia del HPV no desencadena la transformación maligna del epitelio,
esto es: una infección no genera siempre un cáncer de cuello uterino.
La detección de lesiones por HPV transitorias desencadenan ansiedad y
el temor a sufrir cáncer –además de implicar el estigma de una
enfermedad de trasmisión sexual–, por lo que muchas organizaciones
internacionales aconsejan comenzar el control citológico (PAP) a partir
de los 21 años, para evitar la ansiedad de recibir un informe patológico
de una infección que en la mayoría de los caos no será definitiva y no
tendrá consecuencias futuras para la portadora.
Se estima que el tiempo necesario para progresar a la malignidad, en
caso de permanecer sin tratamiento, es de 10 a 20 años de iniciada la
infección.
La mayor incidencia de las lesiones precancerosas ocurre
aproximadamente entre los 30 y los 40 años y la del cáncer de cuello
cerca de una década después. Es por ello que los programas de detección
(tamizaje) están dirigidos a mujeres a partir de entre 25 y 30 años, con
el fin de identificar aquellas portadoras de lesiones precursoras.
Sin embargo, no sólo la infección y persistencia por un virus de alto
riesgo son elementos suficientes para la transformación maligna, es
necesario que se produzcan varios eventos, como actividad sexual sin
protección con numerosas parejas, baja inmunidad (la sufren algunas
personas en proceso de trasplante de órganos, portadores de VIH, mujeres
embarazadas o en periodo de lactancia, o quienes tienen predisposición
genética o mala nutrición), fumar cigarrillos y –aunque es materia de
cuestionamientos– se considera como factor de riesgo a la toma de
anticonceptivos orales.
La vida moderna lleva sobre todo a la gente joven a una actividad
diaria desordenada, incluyendo el mal hábito alimentario, por lo que
siempre es aconsejable mejorar la alimentación, para hacerla lo más
saludable y completa posible, con suplementos recomendados por su médico
que apoyen un estimulo inmunológico para la salud cervical.
La detección precoz es clave, por lo que se recomienda comenzar a
realizarse los estudios diagnósticos a los 21 años –sin importar la edad
del inicio de la actividad sexual ni otros factores de riesgo– y dejar
de someterse a ellos a los 65 años, si nunca tuvo antecedentes de
infección por HPV. Con una frecuencia de tres años si no se presentan
factores de riesgo y los tres últimos controles anuales son negativos.
En casos especiales, se necesitará determinar la presencia del virus por
técnicas moleculares y para ellos valorar la existencia de los virus de
alto riesgo de producir transformación maligna (test de
genotipificación de HPV).
Pero todos los esfuerzos deben enfocarse en la educación sexual
temprana de niños y adolescentes y la vacunación universal del HPV para
ambos sexos. Esta conducta es segura, eficaz y, cuando es usada en los
adolescentes antes del inicio de las relaciones sexuales, ha demostrado
que su efectividad determina que los beneficios sean mayores que los
costos.
Campaña gratuita
La Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec) División Córdoba
ofrece a las mujeres en edades de mayor riesgo (18 a 60 años) la
oportunidad de realizarse sin costo los estudios de PAP y Colpo desde
hoy y hasta el viernes, en la sede de Avenida Colón 2133, Barrio Alto
Alberdi.
Los requisitos son cumplir con la edad requerida, reservar turno (al teléfono (0351) 4802495) y no contar con obra social.
El hombre del estudio
El médico griego Georgios N. Papanikolaou –o George Papanicolaou–,
quien falleció en 1962, es célebre por haber desarrollado una prueba
para la detección temprana de cáncer en el cuello uterino, hoy llamada
“prueba de Papanicolaou o PAP”. Por ello se lo considera pionero en
citología.
HPV y cáncer
En la década de 1970, el médico alemán Harald Zur Hausen descubrió la
relación existente entre el virus del papiloma humano (VPH o HPV por su
sigla en inglés) y el cáncer de cuello de útero, trabajo que al
científico le valió el Premio Nobel de Medicina 2008.
Alternativas de prevención
Actualmente, existe la posibilidad de reducir el número de casos de
cáncer gracias a la vacunación. La vacuna ha sido estudiada y probada en
varios estudios, en diferentes países, y con más de 150 millones de
dosis colocadas en todo el mundo. Desde hace más de 10 años,
principalmente en los países industrializados, su seguridad y eficacia
está garantizada. En Australia, por ejemplo, la vacunación contra el
virus del papiloma humano se ha llevado a cabo en los centros escolares,
y más de 70 por ciento de esta población ha sido protegida de esta
infección. Allí, hay claras evidencias de su efectividad: el número de
verrugas anogenitales (una de las consecuencias de infección por HPV)
disminuyó en un 90 por ciento.
Por otro lado, el adolescente debe tener una educación sexual
permanente y desde temprana edad, además de un acceso apropiado al
cuidado de su salud.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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