Fuente: http://semillassolares.blogspot.com.es/
¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te
rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te
quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?…
¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?
Podrías armar toda una lista de
sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo
es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas
que no te han dado lo que tu querías, te han tratado mal o simplemente
se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de
hoy no entiendes.
Pero ¿sabes? No necesitas buscar
nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie
te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie
tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le
entregues el control de tu vida.
Llegar a pensar con ese nivel de
conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como
parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está
en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar
para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios
o decisiones.
Cada día estoy más convencido de que
el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta.
Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que
taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme?
¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más
me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo lo feo? y muchas otras que por
razones de espacio voy a omitir.
No se sufre por la acción de la otra
persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que
hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien
ajeno a nosotros.
Si lo quisieras ver de forma más
gráfica, es como si nos estuviéramos clavándonos agujas cada vez que un
tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e
injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos
“lastimaron”, siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas
inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en
tu mente.
Un claro ejemplo de la enorme
dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace
algunos años alguien me dijo: “Necesito que Enrique me diga que me
quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y
que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te
lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero si no lo
hace… siento que me muero”.
¡Wow! Yo me quedé a cuadros
¿Realmente ésa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio
constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y
bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente… ¿no
será un calvario voluntario para nosotros?
No podemos pasarnos la vida cediendo
el poder a alguien, porque terminamos dependiendo de elecciones de
otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.
Las frases que normalmente se dicen
los enamorados como: “Mi amor, me haces tan feliz”, “Sin ti me muero”,
“No puedo pasar la vida sin ti”, son completamente irreales y falsas. No
porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona
bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra
persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en
tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer
que tu corazón deje de latir.
Definitivamente nadie puede decidir
por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o hacer algo que no
queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos
necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el
control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia.
Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo
interpretar aquello que nos sucede.
La siguiente vez que pienses que
alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es
él, no es ella, ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a
recuperar el control.
Al ser humano se le puede arrebatar
todo, salvo una cosa, la última de las libertades humanas: la elección
de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir
su propio camino.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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