Por: Israel Manuel Fagundo Pino
Tradicionalmente
se ha relacionado la inteligencia con las aptitudes y capacidades
intelectuales. Desde hace algunos años se le está dando mucha
importancia a la inteligencia emocional. Aunque existían algunos
antecedentes sobre el tema no hay dudas de que Daniel Goleman, con su
libro "Inteligencia Emocional", impactó en el momento preciso y
contribuyó a la aceptación definitiva de esta categoría.
Con
anterioridad ya se empleaban términos para describir cualidades
emocionales que tienen importancia para alcanzar el éxito, tales como:
empatía, expresión y comprensión de sentimientos, control de impulsos,
independencia, simpatía, capacidad para resolver conflictos, capacidad
de adaptarse a situaciones nuevas, persistencia, cordialidad, amabilidad
y respeto, entre otros.
Daniel
Goleman, psicólogo estadounidense, adquirió fama mundial a partir de la
publicación de su libro "Inteligencia emocional". Goleman trabajó como
redactor de la sección de ciencias de la conducta y del cerebro del
periódico The New York Times. Ha sido editor de la revista "Psychology
Today" y profesor de psicología de la Universidad de Harvard, en la que
obtuvo su doctorado. Fue cofundador de la Sociedad para el Aprendizaje
Académico, Social y Emocional en el Centro de Estudios Infantiles de la
Universidad de Yale, cuya misión es ayudar a las escuelas a introducir
cursos de educación emocional.
Editado por primera vez en 1995,
"Inteligencia Emocional" se mantuvo durante un año y medio en la lista
de los libros más vendidos de The New York Times.
Dice el autor: "A
diario, los periódicos nos acosan con noticias que hablan del aumento de
la inseguridad y de la degradación de la vida ciudadana. Fruto de una
irrupción descontrolada de los impulsos. Pero este tipo de noticias
simplemente nos devuelve la imagen ampliada de la creciente pérdida de
control sobre las emociones que tiene lugar en nuestras vidas y en las
vidas de quienes nos rodean. Nadie permanece a salvo de esta marea
errática de arrebatos y arrepentimientos que, de una manera u otra,
acaba salpicando toda nuestra vida".
En el primer capítulo,
titulado El desafío de Aristóteles, se explica sobre el porqué de la
obra: "Este libro constituye una guía para dar sentido a lo
aparentemente absurdo. En mi trabajo como psicólogo y en la última
década como periodista del New York Times, he tenido la oportunidad de
asistir a la evolución de nuestra comprensión científica del dominio de
lo irracional. Desde esta privilegiada posición he podido constatar la
existencia de dos tendencias contrapuestas, una que refleja la creciente
calamidad de nuestra vida emocional y la otra que parece brindarnos
algunas soluciones sumamente esperanzadoras".
Goleman no
imaginaba que su libro llamaría poderosamente la atención de médicos,
psicólogos, pedagogos, científicos, sociólogos, empresarios, grandes
hombres de negocio y hasta políticos... en fin, la sociedad completa. Y
es que los sentimientos son pilares del saber intuitivo, nos
suministran, a cada instante, datos potencialmente aprovechables, que es
necesario saber reconocer y apreciar. A ello nos ayuda la inteligencia
emocional, que implica la capacidad para sentir, entender y aplicar
eficientemente el poder de aquel cúmulo de emociones del cual emana
parte de la fuerza, de las informaciones, de la confianza, la
creatividad e influencias que animan al hombre.
Goleman se
pregunta y se responde: "¿Qué factores entran en juego cuando personas
con un elevado Coeficiente de Inteligencia (C.I.) no saben qué hacer,
mientras que otras con uno modesto o bajo lo hacen sorprendentemente
bien? Mi tesis es que esta diferencia radica, con mucha frecuencia, en
el conjunto de habilidades que hemos dado en llamar inteligencia
emocional, entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la
perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo. Todas estas
habilidades pueden enseñarse a los niños, brindándoles así la
oportunidad de sacar el mejor rendimiento posible al potencial
intelectual que les haya correspondido en la lotería genética".
"Inteligencia
Emocional" es una guía para conocer nuevas visiones científicas sobre
la emoción, un viaje que nos proporciona una mejor comprensión del tema.
Nos insta a tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales,
comprender los sentimientos más profundos de nuestros semejantes,
manejar amablemente nuestras relaciones o desarrollar lo que Aristóteles
denominara la infrecuente capacidad de "enfadarse con la persona
adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito
justo y del modo correcto".
Este modelo amplio de lo que
significa ser inteligente otorga a las emociones un papel central en el
conjunto de aptitudes necesarias para vivir: cómo cuidar nuestras
relaciones más preciadas; cómo las emociones tóxicas pueden llegar a ser
tan peligrosas para nuestra salud física como fumar varios paquetes de
tabaco al día y cómo, por último, el equilibrio emocional contribuye a
proteger nuestra salud y nuestro bienestar.
La herencia genética
nos ha dotado de un bagaje emocional que determina nuestro temperamento,
pero los circuitos cerebrales implicados en la actividad emocional son
tan extraordinariamente maleables que no podemos afirmar que el carácter
determine nuestro destino.
El libro transita por sendas que han
de recorrer aquellas personas que, en su camino hacia la madurez, no
logran controlar su mundo emocional. Las deficiencias de su inteligencia
emocional aumentan el abanico de posibles riesgos, que van desde la
depresión hasta una vida llena de violencia, pasando por los trastornos
alimentarios y el abuso de las drogas.
Así cierra Daniel Goleman,
su capítulo de introducción: "En su Ética a Nicómaco, Aristóteles
realiza una indagación filosófica sobre la virtud, el carácter y la
felicidad, desafiándonos a gobernar inteligentemente nuestra vida
emocional. Nuestras pasiones pueden abocar al fracaso con suma facilidad
y. de hecho, así ocurre en multitud de ocasiones; pero cuando se hallan
bien adiestradas, nos proporcionan sabiduría y sirven de guía a
nuestros pensamientos, valores y supervivencia...
Pero, como dijo
Aristóteles, el problema no radica en las emociones en sí sino en su
conveniencia y en la oportunidad de su expresión. La cuestión esencial
es: ¿de qué modo podremos aportar más inteligencia a nuestras emociones,
más civismo a nuestras calles y más afecto a nuestra vida social?"
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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