Por: Israel Manuel Fagundo Pino
Hace ya algún tiempo, leí en Noticias Al Día de Infomed, la red de
salud de Cuba, el siguiente titular: “Muchas personas aprenden a ser
felices con el pasar de los años”.
Inmediatamente pensé
que todos queremos ser felices en nuestro aquí y ahora; a cada cual
según corresponda: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores.
Pero… por supuesto que “pinché” el titular para acceder al artículo.
Esto fue lo que leí: “Muchas personas aprenden a ser más felices a
medida que envejecen. Esa felicidad puede explicarse porque los ancianos
han acumulado la experiencia suficiente para manejar las situaciones
que generan estrés y malestar espiritual, sugirieron científicos de la
universidad de Stanford, California”.
Esta investigación
estudió a individuos entre 18 a 90 años, mostró que los ancianos son
menos propensos a tener mal humor persistente, que sabían escuchar las
críticas de otros y controlar mejor sus emociones, algo que a los
jóvenes costaba más trabajo. Se llegó a la conclusión de que los
ancianos aprenden a tener una mejor calidad de vida porque están
conscientes de que el tiempo que les queda es menor y evitan las
situaciones que puedan hacerlos sentir mal.
Pero insisto en
que todos queremos ser felices, aquí y ahora, no queremos esperar a
envejecer, porque este es nuestro tiempo, el que queremos disfrutar con
una buena onda emocional, con gratificaciones, con experiencias
positivas, con buenas relaciones humanas, con placer, alegría y
optimismo. Ya lo advierte una frase que, desde que tengo uso de razón,
se repite con frecuencia: “Hay que disfrutar la vida a plenitud porque
la vida es una sola”.
El problema es que, por lo que he
constatado, pueden existir tantas definiciones de la felicidad como
seres humanos hay sobre el planeta, por lo que esta definición termina
siendo de índole muy personal. Claro, aconsejo, no es conveniente
ignorar lo que la filosofía, la psicología y la sociología han aportado
en este asunto, para poder con flexibilidad y apertura al conocimiento
ubicarse en sus esencias. Ponerse en contacto con nuevas ideas,
analizarlas y hasta incorporarlas, puede sacarnos de “viejos estancos”.
Puede que de manera consciente busques la felicidad, que quieras ser
feliz, pero tal vez tengas ideas distorsionadas e irracionales sobre la
felicidad, es por ello que se hace necesario buscarla “con conocimiento
de causa”. Es posible que necesites replantearte la cuestión desde otras
perspectivas y miradas.
Te has preguntado ¿Qué te impide ser
feliz? En un libro titulado "Adictos a la infelicidad", sus autores,
profesores e investigadores de la Universidad de Chicago, los esposos
Martha Heineman Pieper y William J. Pieper, exponen el criterio de que
los seres humanos tenemos una serie de hábitos y conductas que nos
impiden disfrutar de la vida que uno desea.
El origen de este
meollo es posible que se encuentre en la etapa infantil de la vida.
Siendo niños asimilamos los patrones de comportamiento afectivo que nos
acompañan en la adultez y que son muy difíciles de modificar, pero no
imposible, a mi entender, si alguien se lo propone con decisión y
voluntad, aunque no pueda hacerlo por sí mismo y termine buscando ayuda.
En la medida que crecemos incorporamos una serie de
creencias, hábitos, costumbres y actitudes, muchos de ellos
entorpecedores para transitar por el camino hacia la felicidad. Así
resultamos esclavos de nuestras creencias y hábitos; todo lo que se
aparte de ellos lo encontramos difícil o imposible, y siempre “caemos en
lo mismo”. Esta es una característica del comportamiento adictivo. Por
eso el título del libro de los Pieper: “Adictos a la Infelicidad”.
Parece,
además, que la tendencia actual es la tristeza. El psiquiatra Jaime
Adán-Manes, en una publicación, advierte sobre la preponderancia de ese
sentimiento que empaña la realidad; considera que la educación tiene
mucho que ver con este predominio del lamento. "En la actualidad,
estamos acostumbrados a obtener una satisfacción inmediata de todos los
caprichos, con lo que desarrollamos una tolerancia muy baja a la
frustración. Esto también fomenta que busquemos una solución rápida a
los problemas optando, por ejemplo, por tomar una pastilla para que nos
'anestesie', sin solventar realmente la razón por la que nos encontramos
mal".
Gonzalo Hervás Torres, profesor de la Universidad
Complutense de Madrid, considera que “tras mucho tiempo dedicado a
estudiar los aspectos patológicos del ser humano, la ciencia psicológica
ha comenzado a centrarse también en lo positivo. Un viaje apasionante
que nos llevará a un conocimiento más profundo del ser humano y al
redescubrimiento de sus fortalezas”.
En su artículo
“Psicología positiva: la ciencia de la felicidad y las fortalezas
humanas”, Hervás señala que los psicólogos y psiquiatras habían sido
entrenados sólo para ver lo negativo y lo disfuncional, y en
consecuencia, muchos eran absolutamente incapaces de ver ningún aspecto
positivo en las personas a las que trataban. Ahora, por suerte, las
cosas han empezado a cambiar. Ahora empezamos a ser conscientes de que
la mayoría de los hombres y mujeres, aún con aspectos siempre
mejorables, de lo que estamos realmente llenos es de potencialidades
positivas.
Una de las aplicaciones más interesantes de la
psicología positiva es que investiga y promueve conocer algunos factores
que indican de forma tentativa algunas vías hacia la felicidad.
La felicidad es cada vez más un tema del momento. Hoy se habla de la
"política de la felicidad" y de la "ciencia de la felicidad", las
revistas especializadas y reconocidas publican investigaciones sobre el
tema, como The Journal of Happiness Studies. El tema interesa porque es
importante para el ser humano en muchos ámbitos. Por ello volveremos a
compartir otras ideas referentes al mismo en próximos artículos.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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