Por Cecilia Casado
“La contraseña que abre
las puertas de la realización personal se compone de una sola sílaba:
Sí, un simple SÍ. Sí a la vida, tal como es.”
Esta frase está sacada de un libro
amigo: “Vivir en el alma” de Joan Garriga Bacardí, una persona que
consigue el improbable milagro de sintetizar en pocas palabras las
recetas más complicadas para que parezca que son tan fáciles de llevar a
cabo como si el más elemental de los quehaceres culinarios fuera.
Decir sí o decir no. ¡Menuda
tontería! Pero… ¿verdad que en alguna época de nuestra vida hemos estado
con el “no” en la boca como si no supiéramos articular otra palabra? En
realidad decir “no” a algo suele ser producto del miedo; miedo del niño
al que le dicen que comparta su juguete favorito y dice “no” porque
teme que no se lo devuelvan. Miedo de la joven que dice “no” –cuando
está deseando decir “sí”- por miedo a lo que puedan pensar los demás de
ella. Miedo del hombre maduro que dice “no” porque no se fía de quien
tiene enfrente y piensa mal creyendo que así va a acertar. No conozco
ningún “no” que no sea producto del miedo a perder algo, bien físico o
bien espiritual.
Unos dicen “no” para conservar su
tranquilidad, para poder seguir repanchingados en la comodidad que les
es tan querida, aunque se pierdan la vida o parte de ella, aunque dejen
de abrir puertas que ocultan maravillas, aunque entren a formar parte de
esa legión de seres humanos quienes, al final de sus vidas, se
arrepienten más de lo que no se atrevieron a hacer que de los errores
cometidos.
Otros hemos dicho “no” porque nos
sentíamos amenazados por el miedo de perder algo que nos era necesario:
el amor familiar, la aprobación de los mayores, la consideración y el
respeto de los iguales.
Pero
llega un momento en la vida –y más vale que llegue- en que de repente
nos damos cuenta de que también existe otra posibilidad, la del SÍ que nada promete, la del SÍ que no es más que expresión del deseo de la voluntad, la del SÍ que abre puertas aunque no sepamos qué hay tras ellas. Decir SÍ a la vida y abrirse a la innombrable cantidad de opciones que existen eso SÍ
que es una aventura maravillosa. Por supuesto que a veces las cosas
tendrán su cara oculta, que habrá inconvenientes, cómo no va a haberlos,
pero la diferencia sustancial es que cuando decimos SÍ en vez de decir NO estamos haciendo la mejor apuesta posible: apostamos por nosotros mismos.
Cuando me he visto en alguna
situación dolorosa emocionalmente, de ésas que te dejan como paralizada y
con la mente en punto muerto, en vez de decir “no” y cerrarme en banda
he probado a “aceptar” lo que me venía y decir SÍ a lo
que la vida era en ese momento. Bien entendido que no era un dulce de
esos que no amargan sino más bien la puerta abierta para saltar de la
sartén cuando el fuego está apagado y no hay riesgo de quemarse.
Decir SÍ
a lo que la vida es en cada momento sin empecinarse en la
intransigencia propia ni escudarse tras esquemas mentales “de toda la
vida” que pueden ser destrozados con un simple tiro que dé en la diana.
Decir SÍ a lo que la vida me ofrece en cada instante y
buscarle el lado bueno –que lo tiene- y disfrutar de ello. Sea cual sea
la situación.
Hablamos de cosas serias, no de cosas
fútiles o sin consistencia; hablamos de dejar que a veces sea el viento
quien dé un golpe de timón sin que nos amarremos al mismo para seguir
en la misma dirección que, cuántas veces, nos ha llevado directamente a
encallar.
Hablamos de cosas serias, de seguir
las intuiciones que nos dicen cuándo deberíamos arriesgar en una
relación y cuándo deberíamos decir SÍ a la libertad, al derecho a decidir, a la posibilidad de un respiro.
Cada vez que me encuentro con alguien
que está instalado en el “no” siento una sensación extraña: mitad
sorpresa, mitad pena. Y no suele ser unilateral la sensación sino que me
atañe plenamente cuando soy capaz de reconocer en el otro una actitud
que me ha acompañado durante muchos años y que, ahora me doy cuenta,
como un corte de pelo inadecuado, no me sentaba nada bien. Todo es
cuestión de tomar conciencia y empezar a probar cosas nuevas. ¿A que SÍ?
En fin.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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