Por Instantes del Presente
Es posible que la palabra “desapego”
te cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo emocional.
Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro del
contexto del crecimiento personal, supone un gran valor interior que todos deberíamos aprender a desarrollar.
Practicar el desapego no significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante, rompiendo vínculos afectivos o relaciones personales con quienes forman parte de nuestro circulo personal.
Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.
La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad
de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción a
crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que
nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor
pasional, filial o incluso materno.
Aprendamos, pues, a poner en práctica estas sencillas leyes sobre el desapego…
Primera ley: eres responsable de ti mismo
Nadie va a retirar cada piedra que te
encuentres en tu camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se
va a ofrecer como voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores.Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que das.
Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para practicar el desapego, es tomar conciencia de que eres pleno responsable de ti mismo.
-No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad.
No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial
encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu
familia.
–Si el barómetro de tu
satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no
conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir
todas tus necesidades.
-Cultiva tu propia felicidad,
siéntete responsable, maduro, toma conciencia de tus decisiones y de
sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar,
dependa siempre de corazones ajenos.
Segunda ley: vive el presente, acepta, asume la realidad
En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye
y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta
asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en todo
aquello que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte
ahora en una dura carga que altera nuestro presente.
Esas desavenencias familiares, ese
trauma, esa pérdida, ese fracaso sentimental o esa frustración no
superada. Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en
nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.
Es un apego tóxico y poco saludable que nos impide avanzar en libertad y plenitud.
Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar.
Te hará sentir más liberado y te ayudará a centrarte en lo que de
verdad importa, el “aquí y ahora“, este presente donde tienes tu
verdadera oportunidad. ¿A qué esperas?
Tercera ley: promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás
Asume que la libertad, es la forma más plena, íntegra y saludable, de disfrutar de la vida, de entenderla en toda su inmensidad.
No obstante, ello no impide que podamos establecer vínculos afectivos con otras personas, porque también ello forma parte de nuestro crecimiento personal. Saber amar y saber recibir amor.
No obstante, el desapego implica que
nunca debes hacerte responsable de la vida de los otros, al igual que
los demás, no deben tampoco imponerte sus principios, sus ataduras o cadenas personales para aferrarte a ellos. Es aquí donde empieza el auténtico problema y los sufrimientos.
Los apegos intensos nunca son
saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden
en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder
avanzar con seguridad para explorar el mundo.
La necesidad de “despegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.
Cuarta ley: asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano
Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente.
La vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales, terminan
desvaneciéndose como el humo que se escapa de una ventana abierta o el
agua fresca que resbala por nuestros dedos.
Las personas se irán, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de tu mano…
Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos de aprender a
asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. Pero lo
que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar
siempre por ti mismo.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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