Gran premisa ésta. Sentir gratitud por las cosas que recibimos es sin duda
la más humilde huella de nuestra virtud. Si miramos la vida en toda su amplitud
transparente nos daremos cuenta sin esfuerzo alguno, que todo es un continuo
recibir: recibimos el aliento de la respiración, la vista, el olfato, las
emociones, un amanecer, el canto del pájaro. Estamos hechos como una vasija,
preparada para recibir el agua que la va llenando. Sin duda, hay otra cara de
la moneda, una reciprocidad inherente; pues tras la recepción se halla la
entrega, y viceversa.
Cuando agradecemos de forma consciente la gratitud se convierte en
sentimiento de amor. Dar es recibir.
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Tercer precepto de vida, Blanca
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