Es común en nuestra naturaleza humana sentir a cada momento placer o
rechazo hacia las cosas, cuando éstas nos gustan las abrazamos inmediatamente y
buscamos que no terminen, que dure su fragancia para así alimentar nuestro ego
y deseos. Pero cuando las cosas no nos gustan la reacción será totalmente
opuesta, buscaremos deshacernos de ello, separarnos del objeto que nos crea tal
desagradable sensación.
Las cosas son como son, ocurren como han de ocurrir y la sabiduría
espiritual invita a aceptarlas siempre como tengan que ser, a desapegarnos, por
tanto, del resultado de las acciones, ya sean placenteras o desagradables.
De nada sirve oponer resistencia a las fuerzas naturales de la vida, que
como un río, llevan su propia corriente, queramos nosotros o no.
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Segundo precepto de vida, Blanca
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