Por: Pablo Aranda
En abril de este año, antes del julio más caluroso de la historia en
Málaga, del segundo agosto más cálido desde que existen estos estudios
(es decir, la historia), del día con más agua de 2015 (¡el lunes sólo se
podía ir al aeropuerto en barco!), un estudio de un grupo de psicólogos
de The University of British Columbia demostró que el dinero no da la
felicidad. Dicho estudio concluyó, sin embargo, que con dinero se
experimenta menos tristeza en el día a día. Algo es algo. Pero esta
misma semana un nuevo estudio, esta vez de la Oficina Nacional de
Estadísticas británica, refleja que el dinero sí que da la felicidad.
Los bienes acumulados, dice el estudio, también cuentan, pero menos que
un buen puñado de parné. Un trabajo de crecimiento personal puede
ayudarnos a identificar nuestras necesidades, que no siempre son
materiales, y tal vez aprender a vivir con menos; pero claro, ese buen
trabajo interior costará dinero: estamos atrapados. Con las necesidades
sin identificar podemos dar palos de ciego, irnos por ejemplo una semana
a Berlín a un buen hotel, pero a lo mejor no era eso y volvemos vacíos
(y Rato lleno, si hemos elegido su hotel). Lo ideal es emprender esa
tarea de crecimiento interior con dinero, y luego ya veremos. Se puede
aprender a vivir con poco dinero, muchas veces no queda otra, pero
también se puede aprender a vivir con dinero. Con dinero la oferta de
posibilidades es más amplia, aunque podemos escoger lo que no nos
convenía.
Ante una mala elección de hace mucho tiempo, muchos quieren algo que no siempre es imposible: cambiar el pasado. Si no pueden volver a tener veinte ¡pero sabiendo lo que saben a los cincuenta y dos! sí que se puede modificar lo vivido. Para comprobar que algo ha pasado y cómo ha pasado nada como la Wikipedia, ahí en la pantalla del móvil. En estos primeros días de septiembre Wikipedia ha expulsado a trescientos ochenta y un editores, por cobrar de empresas sobre las que escribían artículos. Uno puede contratar una buena campaña de lavado de imagen y empezar en la enciclopedia más consultada: pueden atribuirle a uno anécdotas protagonizadas por otros, borrar pasajes oscuros, agrandar los currículum vitae. A otros les basta con no haberse casado, pero habiéndolo hecho. Antes, alguien con mucho dinero podía ser tremendamente infeliz en su matrimonio, porque su marido era el mismo demonio, y el dinero permitía que el Papa anulase tu matrimonio: borrón y boda nueva, señora condesa de no sé qué. Ahora, los pobres también pueden no haberse casado. O el Papa es realmente un santo, o la Iglesia está de parroquianos peor de lo que nos cuentan. Pronto el cura que oficie una boda podría terminar con el soniquete «hasta que el obispo os anule». Después habrá que ver quién leches borra las fotos de la boda que se subieron a Facebook, claro. La anulación es un derecho canónico, pero solo ahora que será gratis. Lo mejor seguirá siendo, no obstante, fijarse bien en con quién se casa cada cual, porque crees que fulano es un príncipe, y te sale rana. O al revés.
Con esto de los estudios, hay otra corriente que prefiero, es la que cambia los términos de lo que estamos hablando: la felicidad da el dinero. Y además, siendo feliz qué importa el pasado. No habría ni que no haberse casado.
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Espero te resulte de interés, Blanca
Ante una mala elección de hace mucho tiempo, muchos quieren algo que no siempre es imposible: cambiar el pasado. Si no pueden volver a tener veinte ¡pero sabiendo lo que saben a los cincuenta y dos! sí que se puede modificar lo vivido. Para comprobar que algo ha pasado y cómo ha pasado nada como la Wikipedia, ahí en la pantalla del móvil. En estos primeros días de septiembre Wikipedia ha expulsado a trescientos ochenta y un editores, por cobrar de empresas sobre las que escribían artículos. Uno puede contratar una buena campaña de lavado de imagen y empezar en la enciclopedia más consultada: pueden atribuirle a uno anécdotas protagonizadas por otros, borrar pasajes oscuros, agrandar los currículum vitae. A otros les basta con no haberse casado, pero habiéndolo hecho. Antes, alguien con mucho dinero podía ser tremendamente infeliz en su matrimonio, porque su marido era el mismo demonio, y el dinero permitía que el Papa anulase tu matrimonio: borrón y boda nueva, señora condesa de no sé qué. Ahora, los pobres también pueden no haberse casado. O el Papa es realmente un santo, o la Iglesia está de parroquianos peor de lo que nos cuentan. Pronto el cura que oficie una boda podría terminar con el soniquete «hasta que el obispo os anule». Después habrá que ver quién leches borra las fotos de la boda que se subieron a Facebook, claro. La anulación es un derecho canónico, pero solo ahora que será gratis. Lo mejor seguirá siendo, no obstante, fijarse bien en con quién se casa cada cual, porque crees que fulano es un príncipe, y te sale rana. O al revés.
Con esto de los estudios, hay otra corriente que prefiero, es la que cambia los términos de lo que estamos hablando: la felicidad da el dinero. Y además, siendo feliz qué importa el pasado. No habría ni que no haberse casado.
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