Por Jordi Miralles.
Fuente: http://semillassolares.blogspot.com.es/
La navidad tiene muchos significados
según el entorno cultural, pero el solsticio de invierno, ese momento en
que el recorrido del sol dibuja su arco más pequeño sobre el cielo,
constituye un evento único.
El ciclo de la naturaleza en nuestro
hemisferio, marca con el invierno el momento del año menos luminoso,
frío y con menor actividad.
Precisamente por esto, la celebración
del solsticio con luz y abundancia, es un punto de inflexión en estos
meses que invitan al recogimiento.

Sin embargo, las actuales fiestas navideñas se han convertido en todo lo contrario y son un derroche desenfrenado que dura más de un mes.
La desnaturalización campa a sus anchas en un período del año caracterizado por el consumo excesivo.
Felicitar sin dañar el entorno
No hay mejor felicitación de navidad
posible que la del compromiso con nuestros seres más queridos de reducir
nuestra cuota de contaminación.
Nuestra civilización se ha alejado de los ciclos naturales y el invierno se vive con gran frenesí consumista. El resultado salta a la vista y lo prueba que el 20% del consumo anual se centra en esta época llamada navidad.
Podemos celebrar unas fiestas más auténticas, en armonía con el propio ciclo invernal de la naturaleza y fomentando las relaciones humanas y cercanas.
Buscar la Paz con nosotros y nuestro entorno social y ecológico en este ciclo del año de reposo natural debería ser lo auténtico.
Experiencias en lugar de consumo
Las fiestas navideñas se caracterizan por la compra de regalos y productos con el objetivo de escenificar la felicidad.
Pero toda esta supuesta felicidad y la oferta de consumo parece que no es tan real como nos hacen creer.
La felicidad humana está más arraigada en las experiencias que en la posesión de bienes materiales. Regalar una experiencia puede ser una buena opción.
Navidad vivencial
El período navideño se inspira en las
fiestas de la luz, en honor al solsticio de invierno, que durante
siglos y antes del cristianismo, se celebraba en toda Europa.
La interiorización a la que conducía vivir los días más cortos del año era celebrada con el ayuno de la luz.
Hoy esta tradición está prácticamente olvidada.
El ayuno, en determinados momentos
del año, era uno de los grandes secretos, no sólo para purificar el
cuerpo y curar muchas enfermedades, sino también para depurar la mente.
El Solsticio de invierno era y debería ser un momento del año para mirar
dentro de nuestro corazón.
Sería fantástico convertir la celebración del cambio de año en un compromiso por un estilo de vida más frugal.
Las fiestas navideñas deberían servir para tomar conciencia de la responsabilidad de cada uno con el medio ambiente y de las mil posibilidades que tenemos para no dañarlo.
La llegada del Año Nuevo es una invitación a los nuevos propósitos que contribuirán a convivir en un espacio más armonioso, solidario y saludable.
Un buen año es aquel en el que somos ricos en la quietud, felices con el silencio, libres y sabios observando el entorno.
Resumiendo…
• Recordemos que el valor de las fiestas está en poder celebrar un año más con quienes comparten nuestro camino
• Es bueno escuchar y seguir el ritmo de
la naturaleza que nos invita al recogimiento y a vivir como invitados
responsables de este planeta.
• Racionalizemos el consumo a la hora de
comprar regalos y comida, pensemos en la posibilidad que nos brinda
compartir experiencias.
• Es un buen momento para plantearse objetivos personales y colectivos para ser más sostenibles, armoniosos y saludables.
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Y yo agregaría, para aquellos que vivimos en Venezuela, donde la crisis hará mucho mas dificil estas navidades, ahora tenemos una excelente oportunidad de aprender a vivirlas de verdad, abrazando a tu hermano, ayudando al desvalido, siendo mas autentico y encontrando la paz en cada corazón,
Feliz Navidad,
Blanca
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