Tomado de: http://sumitoestevez.blogspot.com/2014/09/381-yo-el-subversivo.html
Convencer a una persona hermosa de que no sirve para nada, toma golpes
pero es posible. Esposas minimizadas a fuerza de decirles “yo me
encargo, tú de eso no sabes”, niños humillados por la risa de un padre
que en público dice “estas cosas que tiene este muchacho”, empleados que
perdieron la llama de la pasión a fuerza de jefes que nunca voltearon a
escucharlos. Golpe a golpe, poco a poco, perforando con sadismo los
sueños, hasta lograr que una mujer se convenza que es fea y bruta, que
un niño se convenza que la espontaneidad que la providencia le regaló es
un peso, que un empleado sienta que su espacio en la vida es ser
empleado para siempre. Golpe a golpe hasta que terminemos por creer que
genéticamente somos un defecto.
Convencer a una persona de su potencial, toma versos pero es posible.
Esposas a las que les has hecho entender que son tus socias y que jamás
tomarías una decisión si no es concertada y discutida, niños que bailan
pésimo pero igual los acompañas a las clases de ballet para que
entiendan que es válido probar cualquier decisión, empleados a los que
empujas a contribuir con sus ideas. Verso a verso, poco a poco, rasgando
con suavidad sus miedos para alumbrar sus virtudes, hasta lograr que
una mujer sea una igual, que un niño sea el hombre del mañana que logró
descubrir cual era su talento, que un empleado sea empleador. Verso a
verso hasta que nos convenzamos que somos gente hermosa. Que nadie nace
malo.
A todo el mundo se le caen las cosas. Todo el mundo quiebra algo en
algún momento. Recálcale a una persona todos los días que es torpe, y
cuando se le caigan las cosas pensará que era inevitable. Dile que lo
que hace tiene valía, y cuando se le caigan las cosas querrá repararlas.
Esa es la diferencia crucial entre golpe y verso.
Las comunidades, los países, son muy parecidos a las mujeres golpeadas
desde la palabra y desde el puño, cuyos maridos las han convertido en
una nada con moretones en el alma que se ven feas en el espejo, y que
hace rato dejaron de intentar hacer cosas porque las convencieron que
todo lo que hacen está mal. Dile a una comunidad que su cultura es
basura, y golpe a golpe dejará de cantar. No aplaudas a una comunidad
cuando quiere danzar y con el tiempo no le quedarán ganas de celebrar.
No apoyes organizando, si estaba en tus manos, un concurso de pintura en
tu comunidad; y con el tiempo ni la fachada de las casas estarán
pintadas. Dile a un país que no tiene capacidad para ser gentil, y tarde
o temprano terminará por pensar que es algo genético. Golpe a golpe.
Indiferencia a indiferencia. Prioridad a prioridad, hasta que,
parafraseando a Horacio Guarany en voz de tantos, calle la luna porque
han callado los cantores.
Dile a un país cada minuto, cada tuit, cada conversación, que nada sirve
y terminarás por convencerlo, hasta que derrotado se vea en el espejo
con su morados y en vez de acusar a quien lo golpeó, afirme que no
servimos.
Porque estoy cansado de que me digan que el país o yo o mi comunidad o
mis vecinos, no servimos para nada es que juego cada instante el juego
de trabajar con la comunidad, a la que pertenezco, de la que soy parte,
para que juntos mostremos con orgullo lo que somos como cultura. Es mi
forma de subversión. Es la que encontré.
Soy subversivo porque ayudo a organizar festivales y concursos de
recetas populares para que la gente sepa que es garante de un tesoro que
todos respetamos. Soy subversivo con mis fotos en Instagram de las
miles de caras de artesanos populares que hacen cosas en el país, porque
es mi manera de mostrar lo lejos que estamos de una derrota. Soy
subversivo documentando todo lo que pueda porque es la palabra escrita
la que garantizará continuidad. Soy subversivo desde mi chauvinismo
desmesurado porque ha sido la manera de entender que no soy espectador
sino socio.
Venezuela es un país realmente hermoso. Nadie plantea voltear la mirada frívolamente cuando es obvio que las cosas van mal, que es imperdonable que unos pocos desde las armas, la corrupción y el uniforme nos hayan llevado al borde de lo invivible; pero no será golpe a golpe que podremos resolverlo, porque nadie que se siente menos, feo, derrotado, puede levantar su voz de oprimido.
¡Verso a verso! ¡Canto a canto! ¡Baile a baile! ¡Pincelada a pincelada!
¡Fogón a fogón! Hasta que nos veamos al espejo bonitos como somos y
sepamos que merecemos algo mejor. Acompañando con aplausos a quien cree y
crea un mundo posible.
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Espero te resulte de interés, Blanca
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