Por: Ramiro Calle
Fuente: http://semillassolares.blogspot.com.es/
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En las psicologías orientales siempre
se ha dicho que así como pensamos, así somos; pero también podríamos
decir que así como nos sentimos, así nos relacionamos.
Si una persona tiene carencias emocionales será insegura y necesitará constantemente ser reafirmada.
Esto se manifestará en sus relaciones
afectivas y, de algún modo las perturbará, mientras que si es madura y
afectivamente armónica, sus lazos afectivos serán más sanos y
consistentes.
Ello se debe a que en el segundo caso
no necesitará afirmar constantemente su ego, se sabrá segura de sí
misma, podrá prescindir de autodefensas, se mostrará cómo es en realidad
y estará dispuesta a dar y recibir amor, pues: “No pongas muros, ni
vallas, ni fosas a tu corazón; es como está más seguro”.
Cuando uno dispone de un ego maduro
(no exacerbado), cuenta con una buena valoración y sabe velar por sí
mismo de forma adecuada y sin egoísmo, está mucho más capacitado para
iniciar vínculos afectivos sanos y desenvolverse con mayor seguridad y
veracidad en toda relación de afecto.
Fue Buda el que dijo: “Si cuidas de ti mismo, cuidas de los demás; si cuidas de los demás, cuidas de ti mismo”.
Hay un antiguo ejercicio de meditación de expansión amorosa y
compasiva que consiste en impregnarse a uno mismo de amor para luego
irradiarlo en todas las direcciones y hacia todas las criaturas.
No es una senda fácil, porque a
menudo hay que salvar graves obstáculos: el afán de posesión, los celos,
las expectativas, las impresiones y exigencias, los reproches, el
anhelo de ser considerado y afirmado, la susceptibilidad y la
suspicacia, la necesidad de ser centro de atención y el resentimiento.
Todos esos escollos impiden el verdadero amor, y se dan más en la relación de pareja que en otras.
Las relaciones sentimentales son las
más proclives a que surjan conflictos, tensiones y frustraciones que
resientan el vínculo afectivo, sobre todo cuando se viven desde
actitudes egocéntricas o narcisistas, ya que entonces se trazan como
líneas paralelas que nunca convergen. Si la persona es demasiado
egocéntrica, no tiene ojos para ver las necesidades ajenas, y mucho
menos deseos de poder atenderlas.
Toda relación afectiva debe ir
evolucionando y ser de recíproca ayuda. El amor hay que cultivarlo como
una hermosa y delicada flor y de hecho se puede aprender a amar.
El amor será tanto más genuino y consistente cuanto más se base en los siguientes requisitos:
- Incondicionalidad:
Aceptación consciente de la persona amada, con lúcida consciencia de que
no es un “objeto” de nuestra propiedad y no hay que acapararla, sino
ponerle alas de libertad. Amor por la persona tal como es, sin necesidad
de “inventarla”, evitando su instrumentalización para satisfacer las
propias carencias emocionales.
- Continuidad: Puesto que lo que caracteriza al verdadero amor es que prevalece.
- Entrega: Anhelo de
que la persona amada sea feliz, evitándole cualquier perjuicio. La
consciencia de que no se puede o no se debe convertir una relación de
amor en una “transacción” emocional.
- Tolerancia, indulgencia y comprensión:
Poner todos los medios para que la persona amada crezca interiormente y
se desarrolle como ser humano, aún a riesgo de perderla.
En las relaciones sentimentales hay
que aprender a discernir entre amor y enamoramiento. Cuando hay amor,
aunque la caricia se desgaste, se agote la magia amorosa y el
enamoramiento cese, el amor prevalece, aunque la relación de pareja
tenga que convertirse en una relación distinta.
El amor no se puede imponer o exigir y
no debe dar paso a presiones y reproches, de la misma forma que la
relación no debe cimentarse sobre expectativas inciertas, ni sobre el
admirativismo o el autoengaño.
Toda relación de afecto y sentimental debe respetar los tres espacios: el tuyo, el mío y el nuestro.
Hay que saber aceptarse a uno mismo
para aceptar a los otros; valorarse a uno mismo para valorar a los
demás. Hay que superar el miedo y saber poner límites cuando sea
necesario, evitando la obediencia ciega y la abyección.
Podemos ir creando vínculos afectivos
sanos y robustos para amar mejor y ser más amados, evitando dos
extremos afectivos insanos: la dependencia emocional y el afán de
dominio.
Podemos mejorar en mucho nuestra relación afectiva inspirándonos en las siguientes pautas de referencia:
- Superar la inclinación compulsiva por tener que demostrar algo.
- Tratar de rectificar comportamientos
que causan dolor en nosotros y en los demás, mediante una actitud de
atención y ecuanimidad.
- Aprender a relacionarse desde la
independencia, para que la relación sea el encuentro de dos libertades
internas y no el de dos necesidades neuróticas.
- Servirse de la sinceridad con palabras amables y no de la franqueza hiriente.
- Brindar ternura.
- Comprender que todos tenemos nuestras
propias necesidades y si amamos trataremos de descubrir y atender en la
medida de lo posible las del otro, sin sacrificios inútiles.
- Desplegar nuestras emociones más sanas: generosidad, compasión, alegría, paciencia.
- Considerar que toda relación es
dinámica y puede modificarse, pero que cualquiera sea el curso que tome,
si hay verdadero amor, éste predomina.
- Mostrarnos tal cual somos.
- No utilizar o manipular a las personas con las que nos relacionamos.
- Conciliar los propios intereses con los de los demás.
- Evitar las reacciones desmesuradas.
- Superar en la medida de lo posible los celos, el rencor, la negligencia, el mal carácter y la inestabilidad emocional.
El amor consciente es el que es
iluminado por la sabiduría y el discernimiento claro. Se puede amar más y
mejor, pero también es una disciplina que hay que saber seguir, para
poder crear en la relación afectiva vínculos sanos que permitan que
aflore lo mejor de aquellos que se relacionan.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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