Entre todas las leyendas, mitos y referencias al amor, al amado y a la búsqueda de ese estado anhelado por el corazón de encontrar la otra mitad, Afrodita es la diosa mitológica que ilustra en su periplo amoroso el recorrido que hacemos en la búsqueda de ese amor.
El alma gemela de Afrodita es Hefesto, él vive en las profundidades, forjando el fuego, lo que simboliza que el amor se encuentra a través del fuego de la consciencia, en lo más profundo de uno mismo.
Afrodita se enamora de Marte, el dios de la guerra y la estrategia, tuvieron tres hijos, Fobos, Deimos y Armonía. Esta es una relación tormentosa pero muy apasionada, tuvo toda clase de conflictos que la llevaron a sufrir y a volcar muchas lágrimas, con el tiempo su amor propio se armonizó lo suficiente y continuo su búsqueda.
Ahora Afrodita se enamoró de Mercurio, dios de la medicina, mensajero del continuo movimiento, viajes y de la mente. Esta relación fue más tranquila, estaba menos enamorada pero vive feliz, se siente valorada, sexualmente no es lo mismo, la monotonía tiene sus ventajas y le da seguridad. Esta relación no es ni mucho menos una relación de amor verdadero, sólo forma parte de la búsqueda. Si el nivel de expectativa, de conformismo o de comodidad está lo suficientemente arraigado, se puede permanecer un gran período o incluso toda la vida. Sin embargo sigue existiendo un gran vacío, del que no se habla jamás.
Este silencio y casi secreto vacío es el que nos lleva a seguir buscando, ya no el amor de pareja, sino el amor hacia uno mismo a través de la sanación, de la religión, de la espiritualidad, de la enfermedad, de las drogas, alcohol, de cualquier manifestación que nos lleve a reconocer que nuestro dolor interno, nuestra falta de amor verdadero es el único motivo de vacío interno que intentamos llenar. Afrodita también tuvo un hijo con él, Cupido, que representa la capacidad de hacernos despertar de un letargo autoimpuesto por nuestra mente. La flecha de cupido rompe la rutina basada en una relación estable y monótona que es capaz de hacernos dar un vuelco en nuestras vidas.
El amor verdadero puede llegar cuando menos lo esperamos, a través de una búsqueda que nos hace seguir un camino de autosanación que nos lleve a encontrar en el propio interior para que pueda reconocerse en el exterior. De no ser así, podemos sentir que aunque tengamos pareja estamos solos, lo que nos lleva a seguir buscando afuera, desconectados del propio interior.
La búsqueda del verdadero amor empieza en el propio corazón que es el que nos guía, la meta es el encuentro con uno mismo. Cada relación en nuestra vida representa la oportunidad de integrar y trascender aspectos de nosotros mismos para llenar el vacío interior.
Tener una relación con uno mismo es lo que finalmente nos lleva a atraer relaciones desde la conciencia y no desde la necesidad.
Espero que lo hayas disfrutado y que como yo, nos ayude a reflexionar,
Un abrazo desde el corazón
Blanca
Namasté
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