Imagen Gustavo Restrepo
Artículo de Laura GutmanFuente: http://www.animalespiritual.com/
Cuando los adultos tenemos
dificultades para ofrecer al niño aquello que el niño pide, nos
corresponde revisar nuestro propio desamparo infantil en lugar de
echarle la culpa a la criatura.
El cálculo es sencillo: si tuvimos
hambre (emocional) durante nuestra infancia, esa experiencia perdura en
nuestro interior. Luego, cuando devenimos adultos y nos toca nutrir a
otro (en este caso, al niño) no tenemos con qué. Entonces nos parece
“desproporcionada” la demanda.
El desamparo, la violencia y la
dominación de los deseos de los adultos por sobre los deseos de los
niños, es intrínseco al Patriarcado, o sea, es propio de nuestra
civilización. Es raro encontrar niños a quienes no les haya sucedido
todo “eso”.
Hemos aprehendido mecanismos de
dominación desde nuestras más tiernas infancias. Estas modalidades luego
se multiplican en el seno de las familias, de los pueblos, de las
ciudades y por supuesto dentro de las organizaciones de los Estados.
Todas las comunidades ideamos un
orden posible para gestionar la vida colectiva. Votemos a quien votemos,
seamos más democráticos, socialistas, comunistas o liberales…haremos lo
que seamos capaces de hacer como individuos.
Justamente, como somos las personas
que somos (es decir, niños desamparados y hambrientos) estableceremos
sistemas de dominación. Luego -cuando accionamos en la vida pública-
haremos lo mismo que en la vida privada.
Ahora bien, la forma más eficaz para
“darnos cuenta” que estamos dentro de un pulso, ya sea de dominadores o
de dominados, es revisando primero los “discursos engañados”
individuales. Pero eso…se me ocurre que desentrañar el gran engaño
global, sólo será posible cuando un puñado de algunos millones de
personas emprendamos esa aventura. Individualmente.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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