Por: Irene Orce, Coach, Extracto del artículo publicado en el suplemento de La Vanguardia ‘Estilos de Vida’ (ES)
Fuente: http://www.reddevida.es/
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La vergüenza es una emoción tan
intensa como incómoda. Nos asalta en las situaciones más comprometidas,
especialmente en momentos de potencial ridículo o humillación.
Inoportuna y traicionera, nos delata tiñendo de rojo nuestras mejillas,
acelerando los latidos de nuestro corazón y haciendo temblar nuestra
voz. Todos hemos sentido alguna vez los efectos de su venenoso aguijón. Y
aunque no solemos hablar de ella, puede influir de manera determinante
en nuestro comportamiento, en nuestra actitud y en la calidad de
nuestras relaciones.
Así, en demasiadas ocasiones
anteponemos lo que “deberíamos” decir o hacer a aquello que
verdaderamente quisiéramos decir o hacer. Y es que la perversa trampa de
la vergüenza es que nos impide vivir desde la autenticidad y mostrarnos
tal como somos. De ahí la importancia de comprender cómo se
desencadena, para qué sirve y, sobretodo, de qué manera podemos regular
esta emoción.
Prisioneros de la timidez
“Cualquiera que se tome demasiado en
serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien
siempre es capaz de reírse de sí mismo”, Václav Havel
Aunque la vergüenza es patrimonio de
todos los seres humanos, afecta a cada persona de un modo diferente y
con una intensidad distinta. Al fin y al cabo, esta emoción tiene una
clara función biológica. La dimensión comparativa es necesaria para la
supervivencia humana. Y ésa es precisamente la razón de ser de la
vergüenza. De ahí que nos invite a retirarnoscuando nos enfrentamos al
escrutinio o posible juicio de otros seres humanos. Según los expertos,
esta emoción se desata cuando nos encontramos en situaciones de
potencialpeligro. Y dado que en la sociedad actual nuestra integridad
física no suele estar en jaque, la vergüenza suele estar relacionada con
una amenaza emocional, es decir, con la posibilidad de que nuestra
identidad e imagen queden dañadas de algún modo.
Así, tener vergüenza puede resultar
útil para equilibrar nuestras relaciones sociales. El problema aparece
cuando esta emoción toma el control, nos desarma sin compasión y nos
abandona en la vulnerabilidad. Y es que el exceso de miedo al ridículo
puede desembocar en una timidez exagerada o en respuestas
desproporcionadas y agresivas. Son las dos caras de la misma moneda, y
ambas pueden generar importantes carencias en la vida de cualquier ser
humano. Principalmente, porque suelen ir acompañadas de un cierto
complejo de inferioridad.
Los expertos afirman que la persona
tímida suele sobrevalorar y temer la opinión que otros tengan sobre él o
sus acciones, lo que genera importantes niveles de ansiedad e
inhibición. Lo cierto es que cuando sentimos miedo a que los demás nos
menosprecien, tendemos a vivir tratando de no llamar la atención. El
miedo al ridículo está profundamente vinculado al temor ‘al qué dirán’, y
ambos son fruto de una percepción errónea y limitada de nosotros mismos
respecto a la realidad externa. De ahí la importancia de aprender a
construir vínculosde confianza con nosotros mismos y, en consecuencia,
con las personas que nos rodean.
Conectar con la confianza
“Nadie que confía en sí mismo envidia la virtud del otro”, Marco Tulio Cicerón
No en vano, la confianza es la piedra
angular de las relaciones interpersonales. Es lo que nos permite
construirnos a nosotros mismos y compartir con los demás desde la
autenticidad. Es la cualidad que contribuye a generar un ambiente
distendido que invita a compartir información y conocimientos. Y la
clave para vencer la vergüenza.
La vergüenza vive en el umbral del
miedo, y enfrentarnos a ella nos permite conquistar nuestra libertad.
Podemos optar por quedarnos en nuestra zona de comodidad, viviendo a
merced del miedo al ridículo…o podemos apostar por mostrarnos tal y como
somos, atreviéndonos a compartir nuestra vulnerabilidad. En última
instancia, ése es el reto -y el aprendizaje- que nos propone esta
caprichosa emoción.
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Espero te sea de utilidad, Blanca