Por: Dra. Margot Sunderland
Extraído de: La ciencia de ser padres
Fuente: http://formacionterramater.es/
Extraído de: La ciencia de ser padres
Fuente: http://formacionterramater.es/
Los niños “tocan base” cuando están
corriendo alegremente y, de repente, se sientan en el regazo de mamá o
de papá, se apoyan en ellos o buscan algún tipo de contacto. Esta
actitud puede durar segundos, o apenas unos minutos. Enseguida vuelven a
sus juegos. Esto se llama “reabastecimiento emocional” y sirve para crear un precioso equilibrio químico en sus cerebros. Si tu hija o hijo se comporta así contigo, te hace un gran cumplido: te considera una fuente natural de opioides cerebrales.
Un paraíso hormonal
La neurocientífica Candace Pert afirma: “Cada
uno de nosotros tiene su propia farmacia de lujo al precio más
económico, que produce todos los medicamentos que podemos necesitar para
el buen funcionamiento del cuerpo y la mente”. Las hormonas y sustancias que nuestros cuerpos y cerebros producen nos permiten prosperar. El problema es que, por culpa del estrés en la infancia, mucha gente nunca encuentra los medicamentos más sofisticados de la “farmacia de la mente”.
Cuando en el cerebro predominan los opioides y la oxitocina, el mundo es un lugar cálido y acogedor.
Cuando se activan conjuntamente estas sustancias neuroquímicas nos pueden generar la más profunda sensación de calma y satisfacción, y la capacidad de hacer frente a todas las tensiones de la vida. Si proporcionas a tu hijo muchas experiencias tempranas de sosiego afectuoso, conocerá el repetido predominio de los opioides y la oxitocina en su cerebro. Se sentirá seguro, tranquilo y amado. Será más capaz de:
- saborear las cosas
- disfrutar del momento
- seguir adelante sin aferrarse a las situaciones
Si experimenta esos estados
neuroquímicos regularmente, saludará al mundo con interés y regocijo, y
no con miedo y recelo. Es más, al mismo tiempo reunirá fuerzas para
hacer frente eficazmente a los momentos dolorosos y estresantes de la
vida, que ningún ser humano puede evitar.
Un infierno hormonal
Si un niño experimenta a menudo miedo y rabia en la infancia,
sentimientos que pueden derivar de un estilo de crianza estricto que
conlleva gritos, ordenes, críticas y expresiones faciales
iracundas, la secreción de opioides y oxitocina puede quedar bloqueada
en su cerebro. Sin el alivio de la calma, el consuelo y el
cálido afecto físico, su cuerpo y su cerebro se acostumbrarán a unos
niveles altos de cortisol, adrenalina y noradrenalina, sustancias
químicas que producen las glándulas adrenales en los momentos de estrés.
Como resultado, el niño se puede sentir amenazado e inseguro en todo momento.
Cuando el cuerpo y el cerebro
contienen elevados niveles de la hormona cortisol durante largas
épocas, el mundo se convierte en un lugar hostil.
También la adrenalina y la
noradrenalina pueden incidir fuertemente en nuestro estado de ánimo.
Obligan al corazón a latir con más fuerza, al hígado, a secretar
glucosa, a los tejidos adiposos, a liberar sustancias grasas y a los
músculos, a movilizar las reservas energéticas. Cuando se encuentran en
sus niveles óptimos, estas hormonas nos mantienen alerta y con la mente
despejada; sin embargo, como el cortisol, cuando se activan en exceso
nos producen ansiedad, enfado o ambas cosas. No podemos desprendernos de
una sensación de amenaza. Las investigaciones demuestran que las
experiencias infantiles más tempranas determinan en gran medida si se
verán regularmente afectados por elevados niveles de sustancias
estresantes cuando sean mayores. En este caso, la persona
vivirá un infierno en la tierra, un estado persistente de
hiperexcitación. Se sentirá amenazada gran parte del tiempo. Por
desgracia, esa sensación de inseguridad se puede convertir en su forma
de entenderse a sí misma y a los demás. Como resultado, vivirá en un
estado crónico de desconfianza y adoptará una de estas dos posturas
fundamentales: huirá de la vida o librará una guerra contra ella.
El contacto físico libera oxitocina, la hormona del amor, la calma y la sanación
No podemos inyectar oxitocina a los
niños y adultos, porque la sustancia no viaja al cerebro. Tampoco la
podemos administrar por vía oral. ¡Solo el cálido contacto humano puede activar en el cerebro la liberación de estas sustancias!
Si queremos que los niños sean capaces de sentirse tranquilos y seguros
en el mundo, debemos asegurarnos de que el contacto físico
reconfortante y el consuelo físico cuando hay estrés formen parte
integral de su vida.
Cualquier tipo de contacto físico cálido entre padres e hijos tiene efectos positivos
No olvides mimar a los mayores de cinco años tanto como a los bebés
Los asombrosos efectos del contacto
físico en el cerebro son también poderosos en los niños mayores. Es más,
si sigues la costumbre de mimarles hasta la adolescencia (mientras te
lo permita, desde luego), habrá muchas menos tensiones entre vosotros cuando sea adolescente.
Es así porque la oxitocina activada por los mimos conservará el lazo
opioide y la relación de confianza durante mucho más tiempo.
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Espero te sea de utilidad, Blanca
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